Mis queridos hijos, el mundo ha apagado la Luz del Amor y de la Verdad que Mi Hijo dio enviando al Espíritu Santo; Espíritu de Amor, Espíritu de Paz, Espíritu de Unidad.
La humanidad ha apagado esa Luz a través del pecado, de la desobediencia a la Ley del Señor. Y las consecuencias del pecado y de la desobediencia, es la oscuridad, es la muerte, es el dolor.
El mundo no quiere escuchar a Dios. El hombre de esta generación se cree autosuficiente, que todo lo puede, que todo lo sabe… y se olvida que existe una Ley que Dios ha dado para que el mundo viva en paz, en orden. Por eso Nuestros Últimos Llamados son de Amor y de Conversión.
Pero, queridos hijos, no han respondido porque no aman y porque no se convierten.
Oren, queridos hijos, oren para que puedan tener en su corazón el Don de la Confianza.
Dios lo puede todo y Dios está por encima de todo y Él siempre sale al encuentro de sus hijos. ¡Confíen en el Señor!
Mi querido hijo, Nuestros Sagrados Corazones, encarnados místicamente en tu pequeño corazón, también comparten contigo el dolor porque no podemos ser indiferentes al dolor de la humanidad.
Nuestros Sagrados Corazones comparten contigo el dolor y la preocupación que tenemos por la salvación del mundo. ¡Dolor, porque el mundo se está perdiendo!
Ora con nosotros para que los hombres puedan abrirse al Amor de Dios, recibir el Perdón de Dios y amar a Dios.
Nuestros Corazones, unidos al tuyo, vamos a ofrecer súplicas para que la humanidad pueda confiar en Dios, para que la humanidad no se olvide del Señor.
Les doy Mi Bendición Maternal, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.