CENÁCULO DE CONSAGRACIÓN AL PURÍSIMO E INMACULADO VIENTRE DE MARÍA – DÍA 16

CENÁCULO DE CONSAGRACIÓN AL PURÍSIMO E INMACULADO VIENTRE DE MARÍA

Día 16

Día 16

23 de mayo del 2014

Cómo cada hijo mío, nacido de mis Purísimas Entrañas lucha por vivir en santidad en cada momento presente de su vida.

La Santa Madre:

Hijo mío, Dios creó al hombre y a la mujer, para que fuesen santos e irreprochables a sus ojos (Ef. 1, 3-14). Todos ustedes mis hijos tienen una vocación en común, la santidad en el amor, en el perdón. Santidad es su vida, su vida verdadera en Dios.

Yo quiero que todos mis hijos sean santos y ¿cómo no me voy a preocupar de mis niños? Jesús me los entregó a mis cuidados maternos desde la Cruz, desde el Calvario (San Juan 19, 27). Allí, mi Purísimo Vientre se abrió para todas las almas, así como también se abrió el Purísimo Corazón de mi Hijo, y Sangre y Agua brotaron para el mundo.

Hijos, la santidad no es una prenda que se encuentra en cualquier lugar, es una gracia que el Padre le concede a las almas en su infinita misericordia.

Santo, por eso, hijos míos, no es el que no peca, sino es el que reconoce humildemente sus miserias y me las entrega y acoge en su alma el perdón y la misericordia de mi Padre.

Santo es el que abre sus heridas para que mi Hijo las sane.

Santo, hijos míos, es el que cierra su corazón al mundo y solo lo abre para el Cielo.

La apertura de un alma es necesaria, mis pequeños, el alma debe estar consciente de sus miserias y de la necesidad del amor que mi Padre les ofrece; amor que no solo sana, sino que perdona, salva y redime.

La santidad no se consigue con sus esfuerzos, sino con la gracia que proviene del Padre, que los ama sin medida.

La santidad es una lucha ardua, pero feliz. El alma que emprende ese caminar de rosas con espinas, que los han de purificar en el dolor, de rosas que los guiarán al camino hacia la gracia más grande del Padre, es decir: a mi Hijo Jesús.

Así el alma venciendo su voluntad para aceptar la Divina Voluntad del Padre, renunciando a su ego, luchando por amor a Dios y a sus hermanos, irá consiguiendo y trabajando en su santificación y luchará y se esforzará para alcanzarla en el Santo Temor a Dios y con mi Divina Protección.

Sumérjanse en la santidad que no es nada más que abrir el corazón a Cristo, reconocerlo y servirlo en la verdad y honestidad que daré a cada hijo mío, a cada alma.

Los amo mis pequeños, María Madre y Maestra de Santidad. Amén.