Papa Pío IX
En la Bula Ineffabilis Deus, que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, el Papa Pío IX escribió:
23. En consecuencia de eso, asi como Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, asumiendo la naturaleza humana, destruyó el decreto de condenación que había contra nosotros, clavándolo triunfalmente en la Cruz. Asi también la Santísima Virgen, unida a Él por un enlace estrechísimo y indisoluble, fue, juntamente con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente, y le aplasto la cabeza con su pie virginal.
Como se puede ver, la idea y su realidad están claramente expresada, aún que no aparezca la palabra corredentora.
23. En consecuencia de eso, asi como Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, asumiendo la naturaleza humana, destruyó el decreto de condenación que había contra nosotros, clavándolo triunfalmente en la Cruz. Asi también la Santísima Virgen, unida a Él por un enlace estrechísimo y indisoluble, fue, juntamente con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente, y le aplasto la cabeza con su pie virginal.
Como se puede ver, la idea y su realidad están claramente expresada, aún que no aparezca la palabra corredentora.
Papa León XIII
Varios textos del Papa León XIII también expresan esta doctrina.
-En la encíclica Supremi apostolatus officio, del 1 de septiembre de 1883, en el numero 3, sobre el Rosario de Nuestra Señora:
3. “En momentos de aprensión e incertidumbre, el primer y sagrado pensamiento de los católicos siempre ha sido volverse a María y refugiarse en su bondad materna.
Y esto demuestra la firmísima esperanza, más bien, la plena confianza, que la Iglesia Católica con toda la razón ha depositado en la Madre de Dios. De hecho, la Virgen Inmaculada, elegida para ser Madre de Dios, y precisamente por eso hecha Corredentora del género humano, goza, junto a su Hijo, de un poder y una gracia tan grande que ninguna criatura, ni humana ni angelical, pudo nunca ni jamás podrá alcanzar uno mayor. Y, como la alegría más agradecida hacia ella es la de ayudar y consolar a todo fiel en particular que invoque su socorro, no puede haber duda de que ella mucho más placerosamente desea acoger, más bien, que exulte en acoger, los votos de toda la Iglesia.”
– En la Encíclica sobre el Rosario, Jucunda Semper Expectatione, de 8 de setembro de 1894, en el numero 6, el mismo Papa enseña:
«Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor».
– En la Constitución Apostólica Iuribus Ac Privilegiis Sodalitatis A Sanctissimo Rosario del 9 de octubre de 1898, sobre el Rosario, que se encuentra en AAS, vol. XXXI (1898-1899), págs. 257-263, y en latín en el sitio web del Vaticano, pero con el nombre “Ubi-primum”:
«Tan pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a la suprema cátedra de Pedro (…) espontáneamente se nos fue el pensamiento a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano”.
– Finalmente, en la encíclica Adjutricem Populi , de 5 de septiembre de 1895, León XIII proporciona la expresión más completa de esta Corredención, al asociarla con la Mediación Universal de María:
7. Es imposible medir el poder y el alcance de sus oficios desde el día en que fue llevada a esa altura de gloria celestial en compañía de su Hijo, a la que la dignidad y el brillo de sus méritos le dan derecho.
Desde su morada celestial comenzó, por decreto de Dios, a velar por la Iglesia, a ayudarnos y ser amiga y nuestra Madre; de modo que ella, que estaba tan íntimamente asociada con el misterio de la salvación humana, está igualmente asociada con el reparto de las gracias que para siempre brotarán de la Redención.
Por eso, con más razón, las almas cristianas, obedeciendo como que, a un instinto natural, se sienten arrastradas hacia María, para le comunicaren con toda confianza, sus proyectos y sus obras, sus angustias y sus alegrías; para recomendaren con filial abandono, sus personas y sus cosas, a la bondad y solicitud de Ella.
Por ese justísimo motivo, todos los pueblos y todos los ritos le tienen tributado alabanzas, que tienen venido siempre creciendo, con el sufragio de los siglos. Donde los títulos a ella dados de “Madre nuestra, Medianera nuestra” (S. Bernardo, Sermo II in Advento Domini, n. 5), «Reparadora do mundo inteiro» (S. Tharasius, Oratio in Praesentatione Deiparae), «Dispensadora de los dones celestes». (In Off. Graec., 8 dec., post oden 9)”
-En la encíclica Supremi apostolatus officio, del 1 de septiembre de 1883, en el numero 3, sobre el Rosario de Nuestra Señora:
3. “En momentos de aprensión e incertidumbre, el primer y sagrado pensamiento de los católicos siempre ha sido volverse a María y refugiarse en su bondad materna.
Y esto demuestra la firmísima esperanza, más bien, la plena confianza, que la Iglesia Católica con toda la razón ha depositado en la Madre de Dios. De hecho, la Virgen Inmaculada, elegida para ser Madre de Dios, y precisamente por eso hecha Corredentora del género humano, goza, junto a su Hijo, de un poder y una gracia tan grande que ninguna criatura, ni humana ni angelical, pudo nunca ni jamás podrá alcanzar uno mayor. Y, como la alegría más agradecida hacia ella es la de ayudar y consolar a todo fiel en particular que invoque su socorro, no puede haber duda de que ella mucho más placerosamente desea acoger, más bien, que exulte en acoger, los votos de toda la Iglesia.”
– En la Encíclica sobre el Rosario, Jucunda Semper Expectatione, de 8 de setembro de 1894, en el numero 6, el mismo Papa enseña:
«Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor».
– En la Constitución Apostólica Iuribus Ac Privilegiis Sodalitatis A Sanctissimo Rosario del 9 de octubre de 1898, sobre el Rosario, que se encuentra en AAS, vol. XXXI (1898-1899), págs. 257-263, y en latín en el sitio web del Vaticano, pero con el nombre “Ubi-primum”:
«Tan pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a la suprema cátedra de Pedro (…) espontáneamente se nos fue el pensamiento a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano”.
– Finalmente, en la encíclica Adjutricem Populi , de 5 de septiembre de 1895, León XIII proporciona la expresión más completa de esta Corredención, al asociarla con la Mediación Universal de María:
7. Es imposible medir el poder y el alcance de sus oficios desde el día en que fue llevada a esa altura de gloria celestial en compañía de su Hijo, a la que la dignidad y el brillo de sus méritos le dan derecho.
Desde su morada celestial comenzó, por decreto de Dios, a velar por la Iglesia, a ayudarnos y ser amiga y nuestra Madre; de modo que ella, que estaba tan íntimamente asociada con el misterio de la salvación humana, está igualmente asociada con el reparto de las gracias que para siempre brotarán de la Redención.
Por eso, con más razón, las almas cristianas, obedeciendo como que, a un instinto natural, se sienten arrastradas hacia María, para le comunicaren con toda confianza, sus proyectos y sus obras, sus angustias y sus alegrías; para recomendaren con filial abandono, sus personas y sus cosas, a la bondad y solicitud de Ella.
Por ese justísimo motivo, todos los pueblos y todos los ritos le tienen tributado alabanzas, que tienen venido siempre creciendo, con el sufragio de los siglos. Donde los títulos a ella dados de “Madre nuestra, Medianera nuestra” (S. Bernardo, Sermo II in Advento Domini, n. 5), «Reparadora do mundo inteiro» (S. Tharasius, Oratio in Praesentatione Deiparae), «Dispensadora de los dones celestes». (In Off. Graec., 8 dec., post oden 9)”
Papa San Pío X
Este santo Papa también evocó la doctrina de la Corredención en su famosa encíclica Ad diem illum (1904), para el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción:
– María, la Corredentora de los hombres “8. Pero no fue solo para su propia alabanza que la Virgen ministró la materia de su carne al unigénito Hijo de Dios, que iba a nacer con miembros humanos (San Beda Ven. Lib. IV en Luc. XI), y que así preparó una víctima para la salvación de los hombres; su misión fue también velar por esta víctima, nutrirla y presentarla al altar, a la hora establecida. Por eso, entre María y Jesús reinaba una perpetua asociación de vida y sufrimiento, lo que nos permite aplicar a ambos estas palabras del Profeta:
Mi vida se consume con el dolor, y mis años con los gemidos (Sal 30, 11). Y cuando llegó la hora final de Jesús, vemos a la Virgen «al pie de la cruz», ciertamente horrorizada ante la vista del espectáculo, «pero feliz porque su Hijo se ofreció como víctima por la salvación de los hombres y, además, tan participante en sus dolores que hubiera preferido sufrir los tormentos que su Hijo estaba crucificando, si se le hubiera encomendado hacer » (S. Bonav., 1 Sent., d. 48, ad Litt., dub .4).”
– Como resultado de esta comunión de sentimientos y dolores entre María y Jesús, la Virgen tuvo derecho al mérito de tornarse, legítimamente, en la reparadora de la humanidad caída (Eadmeri Mon., De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX) y, por tanto, dispensadora de todos los tesoros que Jesús adquirió para nosotros con su muerte y con su sangre.
– Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913, S. C. del Santo Oficio [Sección de Indulgencias) en el Decreto Sunt Quos Amor, de 26 jun. 1913 – AAS 5 (1913) 364], alaba la costumbre de añadir al nombre de Jesús el nombre «de su madre, corredentora nuestra, la bienaventurada María»;
– También la oración indulgenciada por el Santo Oficio en que se llama a la Bienaventurada Virgen María «corredentora del género humano» [22 en. 1914; ASS 6 (1914) p. 108]. (Fuente: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – numero D-1978a – Nota (2))
– El 22 de enero de 1914, esta misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que María es llamada «corredentora de la raza humana» – S. C. del Santo Oficio (Sección de Indulgencias – [22 en. 1914; ASS 6 (1914) p. 108] – D. S. espanhol, pág. 95 – Ed. Herder 1963
– María, la Corredentora de los hombres “8. Pero no fue solo para su propia alabanza que la Virgen ministró la materia de su carne al unigénito Hijo de Dios, que iba a nacer con miembros humanos (San Beda Ven. Lib. IV en Luc. XI), y que así preparó una víctima para la salvación de los hombres; su misión fue también velar por esta víctima, nutrirla y presentarla al altar, a la hora establecida. Por eso, entre María y Jesús reinaba una perpetua asociación de vida y sufrimiento, lo que nos permite aplicar a ambos estas palabras del Profeta:
Mi vida se consume con el dolor, y mis años con los gemidos (Sal 30, 11). Y cuando llegó la hora final de Jesús, vemos a la Virgen «al pie de la cruz», ciertamente horrorizada ante la vista del espectáculo, «pero feliz porque su Hijo se ofreció como víctima por la salvación de los hombres y, además, tan participante en sus dolores que hubiera preferido sufrir los tormentos que su Hijo estaba crucificando, si se le hubiera encomendado hacer » (S. Bonav., 1 Sent., d. 48, ad Litt., dub .4).”
– Como resultado de esta comunión de sentimientos y dolores entre María y Jesús, la Virgen tuvo derecho al mérito de tornarse, legítimamente, en la reparadora de la humanidad caída (Eadmeri Mon., De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX) y, por tanto, dispensadora de todos los tesoros que Jesús adquirió para nosotros con su muerte y con su sangre.
– Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913, S. C. del Santo Oficio [Sección de Indulgencias) en el Decreto Sunt Quos Amor, de 26 jun. 1913 – AAS 5 (1913) 364], alaba la costumbre de añadir al nombre de Jesús el nombre «de su madre, corredentora nuestra, la bienaventurada María»;
– También la oración indulgenciada por el Santo Oficio en que se llama a la Bienaventurada Virgen María «corredentora del género humano» [22 en. 1914; ASS 6 (1914) p. 108]. (Fuente: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – numero D-1978a – Nota (2))
– El 22 de enero de 1914, esta misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que María es llamada «corredentora de la raza humana» – S. C. del Santo Oficio (Sección de Indulgencias – [22 en. 1914; ASS 6 (1914) p. 108] – D. S. espanhol, pág. 95 – Ed. Herder 1963
Papa Benedicto XV
– A su vez, Benedicto XV se expresó claramente sobre esta doctrina, en su Carta Inter Solidacia de 22 de março de 1918 [ASS 10 (1919) 182]:
«Al asociarse a la Pasión y muerte de su Hijo, sufrió como si Ella misma muriera (…) para apaciguar a la justicia divina; tanto como pudo, inmoló a su Hijo, de tal modo que se puede decir con razón que junto con Él redimió al género humano.
Afirma Benedicto XV en las Letras Apost. Inter sodalicia, de 22 mar. 1918 [ASS 10 (1919) 182]: «De tal modo juntamente con su Hijo paciente y muriente padeció y casi murió; de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su hijo. y le inmoló, en cuanto de ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que ella redimió al género humano juntamente con Cristo»; [Fuente: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – número D-1978a – Nota (2)]
– Y, por esta razón, todos las gracias que obtenemos del tesoro de la Redención nos llegan, por así decirlo, de las manos de la Virgen dolorosa».
«Al asociarse a la Pasión y muerte de su Hijo, sufrió como si Ella misma muriera (…) para apaciguar a la justicia divina; tanto como pudo, inmoló a su Hijo, de tal modo que se puede decir con razón que junto con Él redimió al género humano.
Afirma Benedicto XV en las Letras Apost. Inter sodalicia, de 22 mar. 1918 [ASS 10 (1919) 182]: «De tal modo juntamente con su Hijo paciente y muriente padeció y casi murió; de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su hijo. y le inmoló, en cuanto de ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que ella redimió al género humano juntamente con Cristo»; [Fuente: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – número D-1978a – Nota (2)]
– Y, por esta razón, todos las gracias que obtenemos del tesoro de la Redención nos llegan, por así decirlo, de las manos de la Virgen dolorosa».
Papa Pío XI
– Primero debemos citar su Carta Explorata res de 2 de febrero de 1923 – [ASS 15 (1923) 104], en la que ofrece esta hermosa alabanza a nuestra Madre Celestial:
«No puede sucumbir eternamente aquel a quien asistiese la Santísima Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte.
– Dice Pío XI en las Letras Apostolicas Explorata res, de 2 febrero del 1923 [ASS 15 (1923) 104]: «La Virgen dolorosa participó juntamente con Cristo en la obra de la redención». [Fonte: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – número D-1978a – Nota (2)]
– Y esta sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano y corroborada por una ininterrumpida experiencia, apoyase muy principalmente en que la Virgen dolorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención».
– Pero, sobre todo, Pío XI fue el primer Papa en usar el término corredentora.
– En su radiomensaje a los peregrinos de Lourdes por el Jubileo de la Redención, recitó esta oración: «Oh Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención del género humano, como corredentora nuestra y asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pedimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra compasión» (29 de abril de 1935).
– Y durante la Alocución a los peregrinos de Vicenza (30/11/1933), afirmó claramente: «Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora».
«No puede sucumbir eternamente aquel a quien asistiese la Santísima Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte.
– Dice Pío XI en las Letras Apostolicas Explorata res, de 2 febrero del 1923 [ASS 15 (1923) 104]: «La Virgen dolorosa participó juntamente con Cristo en la obra de la redención». [Fonte: Denzinger ENRIQUE – Barcelona – Editorial Herder – 1963 – número D-1978a – Nota (2)]
– Y esta sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano y corroborada por una ininterrumpida experiencia, apoyase muy principalmente en que la Virgen dolorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención».
– Pero, sobre todo, Pío XI fue el primer Papa en usar el término corredentora.
– En su radiomensaje a los peregrinos de Lourdes por el Jubileo de la Redención, recitó esta oración: «Oh Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención del género humano, como corredentora nuestra y asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pedimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra compasión» (29 de abril de 1935).
– Y durante la Alocución a los peregrinos de Vicenza (30/11/1933), afirmó claramente: «Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora».
Papa Pío XII
El Pastor Angélico mencionó repetidamente el hecho de la Corredención de María, incluso si no utilizó esta palabra.
– En la encíclica Mystici Corporis 29 de junio de 1943, en el Epílogo, por ejemplo: «Finalmente, María, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros… ‘en pro de su Cuerpo [de él]…, que es la Iglesia’ (Col 1,24)».
– Si bien el término «corredentora» no fue escrito textualmente por este Papa, la doctrina está ahí con toda la claridad posible. Juzguemos por esta cita de la encíclica Ad Caeli Reginam (11 octubre 1954), sobre la realeza de María, en que fue instaurada la Fiesta de Nuestra Señora Reina:
“D-2291 Ella [la Virgen Madre de Dios] fué la que, libre de toda mancha personal u original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán, manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era madre corporalmente de nuestra Cabeza, fuera hecha espiritualmente por un nuevo título de dolor y de gloria, madre de todos sus miembros.
Ella fue la que por sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del divino Redentor que ya había sido dado en la Cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés, Ella, en fin, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles cumplió lo que falta a los padecimientos de Cristo… por su Cuerpo, que es la Iglesia [Col. 1, 24], y prodigó al Cuerpo místico de Cristo, nacido del corazón abierto de nuestro Salvador.”
– “(1), el mismo materno cuidado y la misma intensa caridad con que calentó y amamantó en la cuna al tierno Niño Jesús. Ella, pues, Madre Santísima de todos los miembros de Cristo (2), a cuyo Corazón Inmaculado hemos consagrado confiadamente a todos los hombres, y que ahora brilla en el cielo por la gloria de su cuerpo y de su alma y reina juntamente con su Hijo, obtenga de Él con su apremiante intercesión que de la excelsa Cabeza desciendan sin interrupción copiosos raudales de gracias sobre todos los miembros de su místico Cuerpo.” [Fuente consultada Denzinger Enrique – 1963 – Herder – Barcelona – pág. 28 – numero D-2289]
– Juzguemos por esta cita de la Encíclica Caeli Reginam, del 11 de octubre de 1954, en el número 35, sobre la realeza de María, en la que se estableció la Fiesta de Nuestra Señora Reina:
«En el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo» (…) «Así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen es nuestra Señora y Reina por la manera única en que contribuyó a nuestra Redención, ya suministrando su carne a su Hijo, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación. (…) El genero humano sujeto a la muerte por motivo de una virgen, también fue salvo por medio de una virgen; (…) para ser asociada a la redención del genero humano.
(…) María, como madre de Cristo Dios y como asociada a la obra del divino Redentor, (…)
– En la Encíclica “Haurietis Acquas”, del 15 mayo 1956, sobre el Corazón de Jesús y de la Maternidad de María, el Papa Pio XII, en el número 74 dice: “74. Para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús dé frutos más abundantes en la familia cristiana e incluso en toda la humanidad, procuren los fieles unir estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios.
Fue la voluntad de Dios que, en la obra de la redención humana, la santísima virgen María estuviera inseparablemente unida a Jesucristo. Tanto es así que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus sufrimientos, a los que se asociaron íntimamente el amor y los dolores de su Madre.
Por eso, conviene que el pueblo cristiano, que, de Jesucristo, por medio de María, recibió la vida divina, después de rendir el debido culto al sagrado corazón, rinda también al amantísimo corazón de su Madre celestial, los correspondientes obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y reparación. En armonía con este sapientísimo y suavísimo designio de la divina Providencia, nosotros mismos, por acto solemne, dedicamos y consagramos la Santa Iglesia y el mundo entero al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María. [Cf. AAS 34 (1942), pág. 345a.]”
– En la encíclica Mystici Corporis 29 de junio de 1943, en el Epílogo, por ejemplo: «Finalmente, María, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros… ‘en pro de su Cuerpo [de él]…, que es la Iglesia’ (Col 1,24)».
– Si bien el término «corredentora» no fue escrito textualmente por este Papa, la doctrina está ahí con toda la claridad posible. Juzguemos por esta cita de la encíclica Ad Caeli Reginam (11 octubre 1954), sobre la realeza de María, en que fue instaurada la Fiesta de Nuestra Señora Reina:
“D-2291 Ella [la Virgen Madre de Dios] fué la que, libre de toda mancha personal u original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán, manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era madre corporalmente de nuestra Cabeza, fuera hecha espiritualmente por un nuevo título de dolor y de gloria, madre de todos sus miembros.
Ella fue la que por sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del divino Redentor que ya había sido dado en la Cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés, Ella, en fin, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles cumplió lo que falta a los padecimientos de Cristo… por su Cuerpo, que es la Iglesia [Col. 1, 24], y prodigó al Cuerpo místico de Cristo, nacido del corazón abierto de nuestro Salvador.”
– “(1), el mismo materno cuidado y la misma intensa caridad con que calentó y amamantó en la cuna al tierno Niño Jesús. Ella, pues, Madre Santísima de todos los miembros de Cristo (2), a cuyo Corazón Inmaculado hemos consagrado confiadamente a todos los hombres, y que ahora brilla en el cielo por la gloria de su cuerpo y de su alma y reina juntamente con su Hijo, obtenga de Él con su apremiante intercesión que de la excelsa Cabeza desciendan sin interrupción copiosos raudales de gracias sobre todos los miembros de su místico Cuerpo.” [Fuente consultada Denzinger Enrique – 1963 – Herder – Barcelona – pág. 28 – numero D-2289]
– Juzguemos por esta cita de la Encíclica Caeli Reginam, del 11 de octubre de 1954, en el número 35, sobre la realeza de María, en la que se estableció la Fiesta de Nuestra Señora Reina:
«En el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo» (…) «Así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen es nuestra Señora y Reina por la manera única en que contribuyó a nuestra Redención, ya suministrando su carne a su Hijo, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación. (…) El genero humano sujeto a la muerte por motivo de una virgen, también fue salvo por medio de una virgen; (…) para ser asociada a la redención del genero humano.
(…) María, como madre de Cristo Dios y como asociada a la obra del divino Redentor, (…)
– En la Encíclica “Haurietis Acquas”, del 15 mayo 1956, sobre el Corazón de Jesús y de la Maternidad de María, el Papa Pio XII, en el número 74 dice: “74. Para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús dé frutos más abundantes en la familia cristiana e incluso en toda la humanidad, procuren los fieles unir estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios.
Fue la voluntad de Dios que, en la obra de la redención humana, la santísima virgen María estuviera inseparablemente unida a Jesucristo. Tanto es así que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus sufrimientos, a los que se asociaron íntimamente el amor y los dolores de su Madre.
Por eso, conviene que el pueblo cristiano, que, de Jesucristo, por medio de María, recibió la vida divina, después de rendir el debido culto al sagrado corazón, rinda también al amantísimo corazón de su Madre celestial, los correspondientes obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y reparación. En armonía con este sapientísimo y suavísimo designio de la divina Providencia, nosotros mismos, por acto solemne, dedicamos y consagramos la Santa Iglesia y el mundo entero al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María. [Cf. AAS 34 (1942), pág. 345a.]”
Papa Paulo VI
– En su Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, de 21 noviembre de1964, afirma:
o “55 – “Las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, juntamente con la Tradición, de manera cada vez más clara, muestran y proponen a nuestra consideración el papel de Madre del Salvador, en la economía de salvación.
– “(…) Proféticamente Ella ya es anunciada por la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres, después del pecado (Cf. Gn 3,15).
o “60 – María y Cristo, el único Mediador.
o “El papel de maternal de María no hace ninguna sombra, ni disminuí en nada esa mediación única de Jesús. La actuación saludable de Nuestra Señora junto a los seres humanos no proviene de una necesidad objetiva cualquiera, pero del puro beneplácito divino, fluyendo de la superabundancia de los méritos de Cristo.”
o “61 – Su cooperación en la redención.
o “La santa virgen, eternamente predestinada a ser Madre de Dios, en la perspectiva de la encarnación del Verbo, se torno en la tierra, por disposición de la Providencia, ilustre Madre del Redentor, su primera y generosa asociada, humilde sierva del Señor. Concibiendo su Hijo, dándole la luz, lo alimentando, lo presentando al Padre en el templo y participando de sus sufrimientos hasta la muerte en la Cruz, cooperó de manera toda especial con la obra del Salvador, por la obediencia, por la fe y por la caridad ardiente, para la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por eso, es nuestra madre en la orden de la gracia.”
o “62 – El papel salvador subordinado de María”
o “(…) Por eso, la Iglesia invoca Nuestra Señora como abogada, auxiliadora, perpetuo socorro y mediadora.”
– “(…) Proféticamente Ella ya es anunciada por la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres, después del pecado (Cf. Gn 3,15).
o “60 – María y Cristo, el único Mediador.
o “El papel de maternal de María no hace ninguna sombra, ni disminuí en nada esa mediación única de Jesús. La actuación saludable de Nuestra Señora junto a los seres humanos no proviene de una necesidad objetiva cualquiera, pero del puro beneplácito divino, fluyendo de la superabundancia de los méritos de Cristo.”
o “61 – Su cooperación en la redención.
o “La santa virgen, eternamente predestinada a ser Madre de Dios, en la perspectiva de la encarnación del Verbo, se torno en la tierra, por disposición de la Providencia, ilustre Madre del Redentor, su primera y generosa asociada, humilde sierva del Señor. Concibiendo su Hijo, dándole la luz, lo alimentando, lo presentando al Padre en el templo y participando de sus sufrimientos hasta la muerte en la Cruz, cooperó de manera toda especial con la obra del Salvador, por la obediencia, por la fe y por la caridad ardiente, para la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por eso, es nuestra madre en la orden de la gracia.”
o “62 – El papel salvador subordinado de María”
o “(…) Por eso, la Iglesia invoca Nuestra Señora como abogada, auxiliadora, perpetuo socorro y mediadora.”
Santo Padre el Papa San Juan Pablo II
– Juan Pablo II empleó también el término de manera profusa, por ejemplo, en el saludo que dirigió a los enfermos después de su audiencia general el 8 de septiembre de 1982:
“María, aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad”.
– El 31 de enero de 1985 en Guayaquil, en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora De La Alborada, el Santo Padre Juan Pablo II, dijo en su Homilía:
“De hecho, en el calvario, María se unió al sacrificio de su Hijo que llevó a la fundación de la Iglesia; compartió en lo más profundo de su corazón maternal la voluntad de Cristo «de reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn. 11:52). Habiendo sufrido por la Iglesia, María merecía convertirse en la Madre de todos los discípulos de su Hijo, la Madre que los uniría…
Los Evangelios no nos dicen si Cristo resucitado se le apareció a María. Sin embargo, como ella estaba de manera especial cerca de la cruz de su Hijo, también ella tuvo que haber tenido la privilegiada experiencia de su Resurrección. De hecho, el rol de María como Corredentora no terminó con la glorificación de su Hijo”.
– El 31 de marzo de 1985, San Juan Pablo II así hablaba un Domingo de Ramos y día mundial de la juventud: “María acompañó a su divino Hijo en el más discreto silencio, ponderando todo en las profundidades de su corazón.
En el calvario, permaneciendo al pie de la cruz, en la inmensidad y profundidad de su sacrificio maternal, tenía a Juan a su lado, el Apóstol más joven… Que María, nuestra Protectora, la Corredentora, a quien ofrecemos nuestra oración con gran efusión, haga que nuestro deseo corresponda generosamente con el deseo del Redentor”.
– Juan Pablo II también usó el término ‘corredentora’ en 1990, al dirigirse a los participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza Confederada del Transporte de Enfermos a Lourdes.
– Y también al conmemorar el sexto centenario de la canonización de Santa Brígida en 1991.
“Brígida miró a María como a modelo y amparo en los diferentes momentos de su existencia, proclamó con vigor el privilegio divino de su Inmaculada Concepción; y contempló su misión sorprendente de Madre del Salvador.
– La invocó como Inmaculada, Dolorosa y Corredentora, exaltando su papel singular en la historia de la salvación y en la vida del pueblo cristiano. (Ángelus, Plaza Farnese, Roma Domingo 6 de octubre de 1991)
– En la Carta Apostólica, Spiritus Domini, 1 de agosto de 1987, del Sumo Pontífice, Juan Pablo II, con Motivo del II Centenario De La Muerte De San Alfonso María De Ligório, el dijo:
“Alfonso atribuye una importancia capital a la vida sacramental, especialmente a la Eucaristía y al culto eucarístico, del que las visitas constituyen la expresión más típica.
– Un punto enteramente particular en la economía de la salvación es la devoción a la Virgen, Mediadora de las gracias y Corredentora, y por ello Madre, Abogada y Reina. En realidad, Alfonso fue siempre todo de María, desde el comienzo de su vida hasta su muerte.”
– El 31 de enero de 1985 en Guayaquil, en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora De La Alborada, el Santo Padre Juan Pablo II, dijo en su Homilía:
“De hecho, en el calvario, María se unió al sacrificio de su Hijo que llevó a la fundación de la Iglesia; compartió en lo más profundo de su corazón maternal la voluntad de Cristo «de reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn. 11:52). Habiendo sufrido por la Iglesia, María merecía convertirse en la Madre de todos los discípulos de su Hijo, la Madre que los uniría…
Los Evangelios no nos dicen si Cristo resucitado se le apareció a María. Sin embargo, como ella estaba de manera especial cerca de la cruz de su Hijo, también ella tuvo que haber tenido la privilegiada experiencia de su Resurrección. De hecho, el rol de María como Corredentora no terminó con la glorificación de su Hijo”.
– El 31 de marzo de 1985, San Juan Pablo II así hablaba un Domingo de Ramos y día mundial de la juventud: “María acompañó a su divino Hijo en el más discreto silencio, ponderando todo en las profundidades de su corazón.
En el calvario, permaneciendo al pie de la cruz, en la inmensidad y profundidad de su sacrificio maternal, tenía a Juan a su lado, el Apóstol más joven… Que María, nuestra Protectora, la Corredentora, a quien ofrecemos nuestra oración con gran efusión, haga que nuestro deseo corresponda generosamente con el deseo del Redentor”.
– Juan Pablo II también usó el término ‘corredentora’ en 1990, al dirigirse a los participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza Confederada del Transporte de Enfermos a Lourdes.
– Y también al conmemorar el sexto centenario de la canonización de Santa Brígida en 1991.
“Brígida miró a María como a modelo y amparo en los diferentes momentos de su existencia, proclamó con vigor el privilegio divino de su Inmaculada Concepción; y contempló su misión sorprendente de Madre del Salvador.
– La invocó como Inmaculada, Dolorosa y Corredentora, exaltando su papel singular en la historia de la salvación y en la vida del pueblo cristiano. (Ángelus, Plaza Farnese, Roma Domingo 6 de octubre de 1991)
– En la Carta Apostólica, Spiritus Domini, 1 de agosto de 1987, del Sumo Pontífice, Juan Pablo II, con Motivo del II Centenario De La Muerte De San Alfonso María De Ligório, el dijo:
“Alfonso atribuye una importancia capital a la vida sacramental, especialmente a la Eucaristía y al culto eucarístico, del que las visitas constituyen la expresión más típica.
– Un punto enteramente particular en la economía de la salvación es la devoción a la Virgen, Mediadora de las gracias y Corredentora, y por ello Madre, Abogada y Reina. En realidad, Alfonso fue siempre todo de María, desde el comienzo de su vida hasta su muerte.”