Regina Coeli

REZAR EL REGINA COELI NOS PIDE EL CIELO DURANTE EL TIEMPO PASCUAL

Oración del REGINA COELI PASCUAL

Para orar a las 6:00am. 12:00 pm. y 6:00 pm. durante el tiempo Pascual, desde la Resurrección del Señor hasta Pentecostés. Sustituye el rezo del Ángelus durante el tiempo Pascual.

Oración del Regina Coeli (español/castellano)

V/. Reina del Cielo, alégrate; aleluya.

R/. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

V/. Resucitó según dijo; aleluya.

R/. Ruega por nosotros a Dios; aleluya; V/. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

R/. Porque resucitó en verdad el Señor; aleluya.

Oración:

¡Oh, Dios!, que te dignaste alegrar al mundo por la Resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo: concédenos, te rogamos, que por la mediación de la Virgen María, su Madre, alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración del Regina Cæli (latín)

V/. Regina cæli, lætare; alleluia.

R/. Quia quem meruisti portare; alleluia.

V/. Resurrexit sicut dixit; alleluia.

R/. Ora pro nobis Deum; alleluia.

V/. Gaude et lætare, Virgo Maria; alleluia.

R/. Quia surrexit Dominus vere; alleluia.

Oremus:

Deus, qui per resurrectionem Filii tui Domini nostri Iesu Christi mundum lætificare dignatus es, præsta, quæsumus, ut per eius Genetricem Virginem Mariam perpetuæ capiamus gaudia vitæ. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

REZAR EL REGINA COELI NOS PIDE EL CIELO DURANTE EL TIEMPO PASCUAL

Regina Cœli (o Regina Cæli) es el nombre de una de las antífonas marianas y oración cristológica de la Iglesia católica en honor de la Virgen.

Las otras tres antífonas marianas son: Ave Regina Caelorum, Alma Redemptorum Mater y Salve Regina.

Son las palabras latinas con que abre el himno pascual a la Santísima Virgen María que traducidas al español significan “Reina del Cielo”, es una composición litúrgica a manera de felicitación a María por la resurrección de su Hijo Jesucristo.

El Regina Coeli sustituye el rezo del Ángelus durante el tiempo pascual. Así lo estableció el papa Benedicto XIV en 1742. Litúrgicamente está prescrita en el Breviario Romano desde el inicio del tiempo de Pascua hasta la hora nona del domingo de Pentecostés. Debe ser cantado o rezado en coro y de pie.

Aunque no se conoce el autor, ya se rezaba en el siglo XII y los frailes menores (OFM) lo rezaban, después, en la primera mitad del siglo XIII y gracias a la misma actividad de los frailes franciscanos se popularizó y expandió por todo el mundo cristiano.

CORONACIÓN DEL AÑO LITÚRGICO

De todas las estaciones del Año litúrgico, el Tiempo pascual, es ciertamente el más fecundo en misterios; más aún: puede decirse que este tiempo es el culmen de toda la mística de la liturgia en el período anual.

Quien tenga la dicha de entrar con plenitud de espíritu y de corazón en el amor y en la inteligencia del misterio pascual, ha llegado a la medula misma de la vida sobrenatural; y por esta razón, nuestra Madre la Santa Iglesia, acomodándose a nuestra flaqueza, nos propone de nuevo cada año esta iniciación.

Todo lo que ha precedido no es más que la preparación; la espera del Adviento, las alegrías del tiempo de Navidad, los graves y severos pensamientos de Septuagésima, la compunción y la penitencia de Cuaresma, el espectáculo desgarrador de la Pasión, toda esta gama de sentimientos y maravillas, no han servido sino para llegar al término a que hemos llegado. Y a fin de hacernos comprender que en la solemnidad pascual se trata del mayor interés del hombre terrestre, Dios ha querido que estos dos grandes misterios, Pascua y Pentecostés, que tienen un mismo fin, se ofreciesen a la Iglesia naciente con un pasado que contaba ya quince siglos: período incalculable que a la divina Sabiduría no pareció demasiado prolongado, para preparar, por medio de figuras, las grandes realidades que nosotros poseemos ahora.

En estos días se juntan las dos grandes manifestaciones de la bondad de Dios para con los hombres: la Pascua de Israel y la Pascua cristiana; el Pentecostés del Sinaí y el Pentecostés de la Iglesia; los símbolos concedidos a un solo pueblo, y las verdades mostradas sin sombras a la plenitud de las naciones. Mostraremos particularmente la realización de las figuras antiguas en las realidades de la nueva Pascua y Pentecostés, el crepúsculo de la ley mosaica iluminado por el día perfecto del Evangelio; mas no con la
sentencia que le retenía en el polvo del sepulcro; las puertas de la vida se le habían cerrado.

Mas he aquí, que el Hijo de Dios se levanta del sepulcro y entra en posesión de la vida eterna; y no es él solamente el que ya no morirá; su Apóstol nos enseña que «es el primogénito entre los muertos» (Col., I, 18).

La Santa Iglesia quiere, pues, que nos consideremos ya como resucitados con él y como en posesión de la vida eterna.

Estos cincuenta días del tiempo pascual, nos enseñan los Padres, son imagen de la bienaventurada eternidad. Están consagrados plenamente a la alegría; está desterrada toda tristeza; y la Iglesia no sabe decir nada a su Esposo sin mezclar el Aleluya, ese grito del cielo que resuena sin fin en las calles y plazas de la Jerusalén celestial, como nos lo dice la liturgia.

Durante nueve semanas nos hemos visto privados de este cántico de admiración y de gozo; sólo nos restaba morir con Cristo nuestra víctima; más ahora que hemos salido del sepulcro con Él, y que no queremos morir en lo sucesivo con la muerte que mata al alma y que hizo expirar sobre la cruz a nuestro Redentor, el Aleluya, vuelve a ser nuestro y lo repetiremos en oración o en canto con el Regina Cœli hasta Pentecostés.

Fuente: El Año Litúrgico-Gueranger-III