APOSTOLADO DE LOS SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS Y DE MARÍA

DÍA 8

A la espera del Reino y de la vida futura

Lecturas de las Escrituras

  • Apocalipsis 21,1-4
  • Salmo 85,8,10-12
  • Lucas 12,35-40

Lectura Patrística

De la tradición siríaca

Respira la vida futura de Dios quien en esta creación vive en el amor. Ya aquí en este mundo respira el aire del nuevo nacimiento. En este mismo aire, encontrarán sus delicias los justos en la resurrección. El amor: este es el Reino al que aludía nuestro Señor cuando prometía a los apóstoles místicamente que comerían en su Reino: “Comeréis y beberéis en la mesa de mi Reino”. ¿Qué es lo que comerán, si no es el amor? Es suficiente el amor para alimentar al hombre en lugar de comida y bebida. Este es el vino que alegra el corazón del hombre. ¡Bienaventurado aquel que ha bebido de este vino!
Isaac de Nínive [siglo VII], Primera Colección, Discurso 43, 5-6

Para reflexionar

1. El amor será la realidad del Reino de Dios. Acciones concretas de caridad hacen presente este Reino en nuestras vidas.

2. Viviendo en espera del Reino de Dios, ¿cómo encarnamos las señales del Reino venidero en el mundo de hoy?

3. Estamos llamados a estar listos para la segunda venida del Señor. ¿Cómo nos preparamos para ello?

Oración

℟ Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre
Oh Cristo Señor, que por nosotros te hiciste pobre y que prometes que los pobres heredarán el Reino de los Cielos, tú nos llenas de tus riquezas. ℟

Oh Señor Jesús, manso y humilde de corazón, que revelas un mundo nuevo a los que confían en ti, tú nos das tu plenitud. ℟

Oh Cristo Señor, que te arrodillaste y oraste con el rostro en tierra, tú que en la tristeza trazaste un camino de consuelo, eres la alegría que nada ni nadie puede quitarnos. ℟

Oh Señor Jesús, que derribas a los gobernantes y a los poderosos y que vistes a los pacificadores con un manto glorioso, tú nos transformas a tu imagen. ℟

Oh Cristo Señor, misericordioso y compasivo que en la cruz perdonaste al ladrón que murió contigo,
te suplicamos: acuérdate de nosotros cuando entres en tu reino. ℟

Oremos:

¡Oh Señor, apresura la venida de tu día grande y glorioso!
En nuestra oscuridad, muchos hombres y mujeres ya no se atreven a esperar. Protege la llama de la fe en los corazones de los débiles y de los que sufren. Que la Iglesia sea un fiel heraldo de la victoria de Cristo, tu Hijo, sobre la muerte y un faro de espera para su regreso en la gloria. Él es el Viviente, contigo y con el Espíritu Santo ahora y por los siglos de los siglos. AMÉN.

Lecturas patrísticas alternativas

De la tradición griega

Tú, Señor, nos has liberado del temor de la muerte. Tú has convertido el final de la vida de aquí abajo en comienzo para nosotros de la vida verdadera. Tú haces descansar un tiempo nuestros cuerpos en el sueño y los despertarás de nuevo con la trompeta del final de los tiempos. Tú entregas en depósito a la tierra nuestra tierra, la que tú moldeaste con tus manos, y harás surgir de nuevo lo que le entregaste transformando con la inmortalidad y la belleza lo que en nosotros es mortal y deforme … Tú nos has abierto el camino de la resurrección haciendo saltar las puertas del infierno y reduciendo a la impotencia a aquel que tiene el poder sobre la muerte.
Gregorio de Nisa [c. 335-395], Vida de Santa Macrina, 24

De la tradición latina

He aquí que la esperanza nos amamanta, nos nutre, nos afianza y nos consuela en esta afanosa vida. Viviendo en esta esperanza cantamos el Aleluya. Ved cuánto gozo causa la esperanza ¡Cómo será la realidad! ¿Preguntas cómo será? Escucha lo que sigue: “Se embriagarán de la abundancia de tu casa”. Esto es lo que esperamos. Sentimos hambre y sed de ella; es preciso saciarla. Pero el hombre está en camino y la saciedad en la patria. ¿Cuándo seremos saciados? “Me saciaré cuando se manifieste tu gloria” […] Entonces será realidad el Aleluya; ahora lo poseemos solo en esperanza.
Agustín de Hipona [354-430], Sermones, 255,5

Lecturas de las Escrituras del Día 8

  • Apocalipsis 21,1-4
  • Salmo 85,8,10-12
  • Lucas 12,35-40

Apocalipsis 21,1-4

1. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva – porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya.

2. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo.

3. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios – con – ellos, será su Dios.

4. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.»

Salmo 85,8,10-12

8. ¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación!

10. Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra.

11. Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;

12. la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia.

Lucas 12,35-40

35. «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas,

36. y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran.

37. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá.

38. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!

40. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. »

41. Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos? »