Hora 11

21 de junio de 2018

Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación

Jesús, amor mío, soy tu pobre nada. Mi Jesús, soy nada y además pobre, por eso necesito de tu Santo Espíritu que, unido al Doloroso e Inmaculado Corazón de la Mamá Celestial, llenen mi pequeño corazón de Amor Santo y Fuego Divino para enfervorizar mi ser tan frío e indiferente al Amor de Dios.

Jesús, mi Esposo Celestial, al comenzar mi meditación reparadora, prepara mi espíritu para recibir la Luz Divina que me conceda conocer y grabar en mi corazón los Misterios de tu Amor Infinito, Amor que entregaste a una Cruz para que yo te amara, Amor que expiró su último aliento para que yo tuviera vida.

Jesús, Mamá Celestial, tomo los méritos de cada Hora de Meditación Reparadora y los hago vida, que multiplicándose en mí den luz a todos los corazones, y haciendose vida en mi pobre vida me preparen a mí y a todos para el Triunfo del Doloroso e Inmaculado Corazón de María y del Reinado del Espíritu Santo. Amén.

21 de junio de 2018

Al terminar la Meditación Reparadora, se realiza La Dulce Cadena del Amor Divino

21 de junio de 2018 Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación

15 de enero de 2021 – LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL CORAZÓN DOLOROSO E INMACULADO DE MARÍA

Undécima Hora de Meditación Reparadora
¨El Niño Jesús es encontrado en el Templo después de tres días de búsqueda¨
Querido hijo: Con san José y Conmigo, ven a Nazaret, y por medio de nuestros Santos Corazones encuéntrate con el Corazón Divino de Jesús, y por medio de nuestros Sagrados Corazones, llegarás purificado a ese encuentro de Amor Divino.

Mientras el Niño crecía con nosotros en Nazaret, llegó el día de la celebración de la Pascua y de Nazaret peregrinamos a Jerusalén para estar el día solemne de la Pascua en el Templo. Llegamos a Jerusalén, visitamos algunos parientes y nos dirigimos al Templo.

Mi Divino Hijo dirigió su mirada hacía lo alto del Templo, y una gran luz se manifestó sobre el Santuario, el sol irradió su luz, de manera majestuosa sobre el Templo. Todos los peregrinos se asombraron de aquella luz en el sol, pero desconocían que, un pequeño Niño, que acudía como peregrino al Templo, era el Redentor del género humano y el Mesías Prometido.

Llegamos al interior del Templo, oramos, ayunamos, cantamos Salmos y alabanza, escuchamos al Señor en la lectura de la ley por parte de los sacerdotes del Templo y ofrecimos un carnero por nuestra Santa Familia, como sacrificio.

Al ponerse el sol, salimos del Templo, y salimos fuera de la ciudad de Jerusalén. Camino hacía Nazaret, no habíamos avanzado mucho, pero en la peregrinación de retorno, José y Yo, nos enteramos de que el Niño se había extraviado, al no verlo entre nosotros lo buscamos en la peregrinación. Al no encontrarlo regresamos muy de mañana a Jerusalén. En la ciudad lo buscamos en casa de los parientes y conocidos nuestros, dos días pasamos, en la angustia de no saber nada de mi Hijo. El tercer día fuimos al Templo, a un lado del patio central escuché la Voz de mi Hijo, quería correr hacia la pequeña sala, que estaba en este lado del Templo, más me detuve y permití que José fuera a observar si esa Voz que hablaba a los Sabios con tanta autoridad y lucidez en su mensaje, era la Voz de mi amado Hijo.

San José llegó a la puerta de la sala, observó buscando al Niño y lo vió sentado en medio de aquellos maestros, entre los cuales estaban: Nicodemo, José de Arimatea y Gamaliel, aún jóvenes, a causa de escuchar al Niño, sus corazones habían quedado prendidos en su Amor y su Misión Redentora.

El Niño, vio a San José, corrió hacía Él. San José, lo tomó, lo abrazó y le dijo susurrando a su oído, tu Madre te está esperando. Los Maestros murmuraban cómo este Niño sabía de la Ley y la Escritura y quedaron asombrados de su Sabiduría.

Salió José con el Niño, el Pequeño me miró y lo miré, nuestros Corazones se abrazaron y Dulces Cadenas de Amor esposaron nuestros Corazones. Lo tomé contra mi pecho y le dije: Hijo Mío, tu Padre y Yo, te anduvimos buscando. ¿Por qué nos has hecho esto? El Niño nos corrigió y exclamó mirando al Santuario: Yo debo estar en las cosas de mi Padre, pero el Niño tomó nuestras Manos y regresamos con Él, a Nazaret.
Elevación del alma
Padre Tierno y Misericordioso, te amo, te adoro, te reparo, te alabo, por todos los hombres y por todas las generaciones. Me uno a los Santísimos Corazones de Nuestra Señora y de San José, y por medio de sus Santos Corazones me sumerjo en el océano infinito del Amor Misericordioso del Corazón de Jesús Niño, tomando como míos los pasos y movimientos, de los tres Sagrados Corazones, que peregrinaban hacia Jerusalén, tomo las plegarias, oraciones y alabanzas, que los Sagrados Corazones te dirigieron en el Templo.

Tomo como mía la angustia y la tristeza de Nuestra Señora y del Padre San José al no ver al Niño. Tomo como mías las alegrías del Casto y Amante Corazón de San José y del Doloroso e Inmaculado Corazón de María al encontrar al Niño.

Quiero que en mi Corazón las Palabras, las Enseñanzas del Reino y la Prédica salida del Corazón de Jesús Niño, se guarden y den frutos del Reino Nuevo Eucarístico, y poder vivir esta primera prédica del Sagrado Corazón de Jesús Niño, en mi vida, para la Glorificación de la Divina Voluntad. Amén. Fiat.