21 de junio de 2018
Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación
Jesús, amor mío, soy tu pobre nada. Mi Jesús, soy nada y además pobre, por eso necesito de tu Santo Espíritu que, unido al Doloroso e Inmaculado Corazón de la Mamá Celestial, llenen mi pequeño corazón de Amor Santo y Fuego Divino para enfervorizar mi ser tan frío e indiferente al Amor de Dios.
Jesús, mi Esposo Celestial, al comenzar mi meditación reparadora, prepara mi espíritu para recibir la Luz Divina que me conceda conocer y grabar en mi corazón los Misterios de tu Amor Infinito, Amor que entregaste a una Cruz para que yo te amara, Amor que expiró su último aliento para que yo tuviera vida.
Jesús, Mamá Celestial, tomo los méritos de cada Hora de Meditación Reparadora y los hago vida, que multiplicándose en mí den luz a todos los corazones, y haciendose vida en mi pobre vida me preparen a mí y a todos para el Triunfo del Doloroso e Inmaculado Corazón de María y del Reinado del Espíritu Santo. Amén.
Jesús, mi Esposo Celestial, al comenzar mi meditación reparadora, prepara mi espíritu para recibir la Luz Divina que me conceda conocer y grabar en mi corazón los Misterios de tu Amor Infinito, Amor que entregaste a una Cruz para que yo te amara, Amor que expiró su último aliento para que yo tuviera vida.
Jesús, Mamá Celestial, tomo los méritos de cada Hora de Meditación Reparadora y los hago vida, que multiplicándose en mí den luz a todos los corazones, y haciendose vida en mi pobre vida me preparen a mí y a todos para el Triunfo del Doloroso e Inmaculado Corazón de María y del Reinado del Espíritu Santo. Amén.
21 de junio de 2018
Al terminar la Meditación Reparadora, se realiza La Dulce Cadena del Amor Divino
21 de junio de 2018 Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación
25 de febrero de 2021- LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS
Vigésima Octava Hora de Meditación Reparadora
¨Jesús Crucificado, su Santísima Madre y el Discípulo Amado junto a la Cruz¨
Mi pequeña víctima, estando Yo traspasado por los clavos que me unían a la Cruz del Amor Salvífico, junto a mi Santa Cruz se encontraba mi Celestial Mamá
sostenida por san Juan, mi amado discípulo (San Juan 19, 26-27), y en la base de la Cruz Bendita se encontraba arrodillada santa María Magdalena, mis consoladores. El ladrón arrepentido siguió el santo ejemplo de estos primeros
reparadores, y él, aun sufriendo también, se convirtió en reparador ofrendándome su arrepentimiento sincero.
Al ser levantado en la Cruz, dije: ¡Padre! perdónales, porque no saben lo que hacen, el rechazo a la verdad los ha cegado totalmente, no reciben Mi Palabra y no escuchan mi Mensaje del Evangelio.
Mi Mamá Celeste, se encontraba reparando por todos y ofreciendo consuelo en su Doloroso e Inmaculado Corazón por todas las almas de los pecadores. Mi Corazón se unió al Corazón de mi Santa Mamá y los Dos Corazones ofrecimos, nuevamente, nuestra Alianza de Corazones al Padre Tierno y Misericordioso. Le dije a mi Santa Mamá:
En Juan, mi discípulo más pequeño, Mamá Inmaculada, te entrego a todos los hombres como tus hijos; y en ti, Juan entrego a todos los hombres a mi Mamá Virgen, como Madre de toda la creación. Mi Santa e Inmaculada Mamá, es la Corredentora de la Redención, que Yo, hoy, realizo.
La oscuridad invadió tanto mi Alma, el pecado llenó mi Alma de tinieblas. Sin Yo cometer, jamás, pecado, sufrí las terribles tinieblas de un alma en desgracia de Dios, que me llegué a sentir solo, sin mi Padre y abandonado por el Espíritu Divino. Todo un Dios se abandonó a si mismo, por amor a las almas. Esta soledad fue tan profunda e infinita que Dios se sintió solo, y así, abandonado en el Altar de la Cruz, exclamé: Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
Mi Sagrado Corazón abandonado en esa noche oscura que sufrió, donde todas las noches oscuras de las almas se acumularon en una sola oscuridad sobre mi Santa Alma, sentí sed, sed del amor del hombre, sed de sus almas, sed de almas, sed de la salvación eterna, sed que nunca es apaciguada pues no quiero que ninguno se pierda, y esta sed la sufro en cada Tabernáculo Eucarístico en el mundo.
Al sufrir todo mi suplicio de Redención ya todas las profecías y toda la Obra de Salvación se había cumplido perfectamente en la Cruz. En la Cruz, con mi Santa Mamá, todo se cumplió y en cada Santo Sacrificio de la Misa se cumple permanentemente por la salvación de las almas.
Al cumplir con la Divina Voluntad del Padre Tierno y Misericordioso, y al ser fiel hasta la muerte en la Cruz, cumpliendo fielmente mi Misión Redentora y entregarme sin reservas por amor a los hombres, entregué mi Alma Santísima a Dios Padre Tierno y Misericordioso, y en el Espíritu Santo y unido a la Divina Voluntad del Padre Misericordioso, ofrendé mi Vida Entera. Esta entrega de mi Espíritu al Padre Tiernísimo en cada Santo Sacrificio de la Misa se renueva y se renovará hasta el último día, en este Sacrificio Perpetuo de la Santa Eucaristía.
Al ser levantado en la Cruz, dije: ¡Padre! perdónales, porque no saben lo que hacen, el rechazo a la verdad los ha cegado totalmente, no reciben Mi Palabra y no escuchan mi Mensaje del Evangelio.
Mi Mamá Celeste, se encontraba reparando por todos y ofreciendo consuelo en su Doloroso e Inmaculado Corazón por todas las almas de los pecadores. Mi Corazón se unió al Corazón de mi Santa Mamá y los Dos Corazones ofrecimos, nuevamente, nuestra Alianza de Corazones al Padre Tierno y Misericordioso. Le dije a mi Santa Mamá:
En Juan, mi discípulo más pequeño, Mamá Inmaculada, te entrego a todos los hombres como tus hijos; y en ti, Juan entrego a todos los hombres a mi Mamá Virgen, como Madre de toda la creación. Mi Santa e Inmaculada Mamá, es la Corredentora de la Redención, que Yo, hoy, realizo.
La oscuridad invadió tanto mi Alma, el pecado llenó mi Alma de tinieblas. Sin Yo cometer, jamás, pecado, sufrí las terribles tinieblas de un alma en desgracia de Dios, que me llegué a sentir solo, sin mi Padre y abandonado por el Espíritu Divino. Todo un Dios se abandonó a si mismo, por amor a las almas. Esta soledad fue tan profunda e infinita que Dios se sintió solo, y así, abandonado en el Altar de la Cruz, exclamé: Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
Mi Sagrado Corazón abandonado en esa noche oscura que sufrió, donde todas las noches oscuras de las almas se acumularon en una sola oscuridad sobre mi Santa Alma, sentí sed, sed del amor del hombre, sed de sus almas, sed de almas, sed de la salvación eterna, sed que nunca es apaciguada pues no quiero que ninguno se pierda, y esta sed la sufro en cada Tabernáculo Eucarístico en el mundo.
Al sufrir todo mi suplicio de Redención ya todas las profecías y toda la Obra de Salvación se había cumplido perfectamente en la Cruz. En la Cruz, con mi Santa Mamá, todo se cumplió y en cada Santo Sacrificio de la Misa se cumple permanentemente por la salvación de las almas.
Al cumplir con la Divina Voluntad del Padre Tierno y Misericordioso, y al ser fiel hasta la muerte en la Cruz, cumpliendo fielmente mi Misión Redentora y entregarme sin reservas por amor a los hombres, entregué mi Alma Santísima a Dios Padre Tierno y Misericordioso, y en el Espíritu Santo y unido a la Divina Voluntad del Padre Misericordioso, ofrendé mi Vida Entera. Esta entrega de mi Espíritu al Padre Tiernísimo en cada Santo Sacrificio de la Misa se renueva y se renovará hasta el último día, en este Sacrificio Perpetuo de la Santa Eucaristía.
Elevación del alma
Jesús, te amo, te adoro, te bendigo, te reparo, te alabo, te consuelo, te amo por todos, en Divina Voluntad, y por el Corazón Doloroso e Inmaculado de mi Santa Mamá.
Jesús, desde la Cruz del Amor diriges tu mirada a Nuestra Corredentora y así, en medio de tu sufrimiento, te despojas del Amor Maternal y nos lo das.
Jesús, fuente de vida, concédenos adorar tu Santo Rostro, Rostro que nos guía al Padre Tierno y Misericordioso. Unidos, tus apóstoles de estos Últimos Tiempos, al Corazón Doloroso e Inmaculado de María, a la Iglesia Triunfante, Purgante y Militante, te ofrecemos en reparación y consuelo nuestra gratitud, nuestro amor, y nuestro arrepentimiento.
Adoramos, en Divina Voluntad, tu Locura, tu Locura de Amor en la Cruz y ofrecemos esta Santa Locura de tu Amor por la venida de tu Reino Eucarístico y el Triunfo del Corazón Corredentor de Nuestra Señora. Amén. Fiat.
Jesús, desde la Cruz del Amor diriges tu mirada a Nuestra Corredentora y así, en medio de tu sufrimiento, te despojas del Amor Maternal y nos lo das.
Jesús, fuente de vida, concédenos adorar tu Santo Rostro, Rostro que nos guía al Padre Tierno y Misericordioso. Unidos, tus apóstoles de estos Últimos Tiempos, al Corazón Doloroso e Inmaculado de María, a la Iglesia Triunfante, Purgante y Militante, te ofrecemos en reparación y consuelo nuestra gratitud, nuestro amor, y nuestro arrepentimiento.
Adoramos, en Divina Voluntad, tu Locura, tu Locura de Amor en la Cruz y ofrecemos esta Santa Locura de tu Amor por la venida de tu Reino Eucarístico y el Triunfo del Corazón Corredentor de Nuestra Señora. Amén. Fiat.