Hora 03

21 de junio de 2018

Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación

Jesús, amor mío, soy tu pobre nada. Mi Jesús, soy nada y además pobre, por eso necesito de tu Santo Espíritu que, unido al Doloroso e Inmaculado Corazón de la Mamá Celestial, llenen mi pequeño corazón de Amor Santo y Fuego Divino para enfervorizar mi ser tan frío e indiferente al Amor de Dios.

Jesús, mi Esposo Celestial, al comenzar mi meditación reparadora, prepara mi espíritu para recibir la Luz Divina que me conceda conocer y grabar en mi corazón los Misterios de tu Amor Infinito, Amor que entregaste a una Cruz para que yo te amara, Amor que expiró su último aliento para que yo tuviera vida.

Jesús, Mamá Celestial, tomo los méritos de cada Hora de Meditación Reparadora y los hago vida, que multiplicándose en mí den luz a todos los corazones, y haciendose vida en mi pobre vida me preparen a mí y a todos para el Triunfo del Doloroso e Inmaculado Corazón de María y del Reinado del Espíritu Santo. Amén.

21 de junio de 2018

Al terminar la Meditación Reparadora, se realiza La Dulce Cadena del Amor Divino

21 de junio de 2018 Oración preparatoria para la Meditación de la Hora de Reparación

2 de marzo de 2019 - LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DE DIOS PADRE TIERNO Y MISERICORDIOSO

Tercera Hora de Meditación Reparadora
“El pecado”
Escribe alma, esposa de mi Hijo Jesucristo, escribe las misericordias de tu Dios y anuncia por medio de estas Horas de Reparación mi amor infinito hacia mis criaturas.

Cuando formé al hombre lo hice con Amor Creador. Mi Divina Voluntad era el amor y mi actuar Divino era misericordia. La creación nació de mis manos en un acto de amor puro. Deseaba amar y ser correspondido. Amor a mis criaturas y que, mis criaturas, con libre voluntad me amaran.

Yo había pronunciado mi Fiat creador, todo era armonía, cada cosa creada tenía su lugar y se contentaba de estar en su lugar, pues sabía que, estando donde Yo lo había puesto, me glorificaba. Cada árbol, cada planta, cada gota de agua, cada grano de arena, cada animal y los hombres: Adán y Eva, me glorificaban con sus actos, movimientos y existencia.

Antes del pecado, ningún animal se arrastraba, la tierra era polvo color dorado, el mar un inmenso océano de plata. Los árboles frondosos y de gran tamaño, los frutos exquisitos, saludables y de grandes proporciones; pero, lo que más hacía feliz a su Padre Tierno y Misericordioso era su Imagen en el hombre, en él tenía mi contento, mi alegría y mi compañía. Yo era amado y servido, eran estatuas bellas y llenas de la Luz Trinitaria.

El Ángel rebelde, Satanás, sabía que el hombre era mi mayor creación y era lo que más amaba, sabiendo que contra Mí nada podía, decidió herirme tocando mi más bella creación: el hombre, en quien Yo confiaba y a quien Yo amaba.

Satanás sabía que del fruto del árbol que estaba en el centro del Jardín mis criaturas no podían comer, entonces les propuso comer del fruto, convenciéndoles que, si lo hacían, serían como dioses (Génesis 3, 1-5), y en realidad lo que quiso hacer era que la Gracia y Santidad Creadoras se retirarán de ellos. Invitándolos satanás a comer del fruto, desobedeciéndome y dudando de mi Amor, la Gracia se retiró de mi criatura, dejándola desnuda y con la inocencia perdida.

La Luz Trinitaria que los rodeaba era mi misma Vida Divina en Adán y Eva, pero mi Gracia se retiró, porque Gracia y pecado, no pueden estar juntos. Mi Corazón de Padre Tierno y Misericordioso se llenó de dolor infinito al saber que mi criatura olvidó mi precepto, pecó, y rompió la Comunión Conmigo.

Toda la creación sufrió el efecto del pecado: plantas, tierra, animales, y de forma singular el hombre por haber consentido el acto del pecado, que se manifestó en la desobediencia. Mi Corazón se estremeció de dolor al ver a mis criaturas sumergidas en la consecuencia del pecado.
Elevación del alma
Padre Tierno y Misericordioso, perdona la inconstancia del alma. Perdona mi falta de confianza en Ti, Padre Tierno y Misericordioso, porque al dudar de Ti, me alejo de tu Amor Divino y busco el bien en lo que no eres Tú, y es allí cuando caigo y me alejo de tu Amor. Regálame el Don de la Confianza, Padre, y en esa confianza te amé, obedezca y viva de tu Querer Divino. Amén. Fiat.