Solemnidad de la Anunciación del Señor, La Encarnación del Verbo Divino y La Alianza de los Corazones de Jesús y María

25 de Marzo:
SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DIVINO
LA ALIANZA DE LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA EL APOSTOLADO DE LOS SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS Y DE MARÍA

El 25 de marzo celebramos:

o La Solemnidad de la Anunciación del Señor.

o La Encarnación del Verbo Divino como consecuencia del FIAT de la Virgen de Nazaret.

o Y, por revelación divina, el Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos también celebra la Alianza entre los Sagrados Corazones Unidos, el instante en que se concretiza esta Obra Magna en los planes de redención de Dios Padre Tierno y Misericordioso, para la humanidad.

LA ANUNCIACIÓN

La Anunciación del Señor se refiere al momento en que el Ángel Gabriel visitó a la Santísima Virgen María para decirle que ella sería la madre del salvador:
«26. Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27. a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»» (Lc1,26-28)

EL CULTO DE LA ANUNCIACION EN LA PATRISTICA.

Hoy ha llegado la alegría de todos, que absuelve de la primitiva condena. Hoy ha llegado Aquel que está en todas partes, para llenar de júbilo todas las cosas. Este es el día de una buena nueva de alegría, es la fiesta de la Virgen; el mundo de aquí abajo se toca con el de ahí arriba; Adán se renueva y Eva se libra de la primitiva aflicción; el tabernáculo de nuestra naturaleza humana se convierte en templo de Dios gracias a la divinizacion de nuestra condición por Él asumida. ¡Oh misterio! El modo del advenimiento de Dios nos es desconocido, el modo de la concepción queda inexpresable.

El Ángel se hace ministro del milagro; el seno de la Virgen recibe un Hijo; el Espíritu Santo es enviado; desde lo alto el Padre expresa su beneplácito, la unión se realiza por voluntad común; en Él y por medio de Él, henos aquí salvos; unimos nuestro canto al de Gabriel y cantamos a la Virgen: Ave llena de gracia, a través de ti llega la salvación, el Cristo nuestro Dios; la ha tomado nuestra naturaleza y nos ha elevado hasta Él. Ruégale por la salvación de nuestras almas. (Doxasticon) Hoy se inicia nuestra salvación y la manifestación del eterno misterio: el Hijo de Dios se hace Hijo de la Virgen y Gabriel anuncia la gracia. Con él decimos a la Madre de Dios: Salve llena de gracia, el Señor es contigo. A ti capitana que por nosotros combates, nosotros, tus siervos, salvados de los peligros, dedicamos el himno de victoria, como canto de agradecimiento, oh Madre de Dios. Pero tú que posees una fuerza invencible, líbranos de todos los peligros, para que podamos cantarte: Alégrate, oh esposa inviolada. (Apolytikion y Kontakion).

En la Anunciación es donde se ha realizado el misterio que sobrepasa todos los limites de la razón humana, la Encarnación de Dios (Monje Gregorio). Esta fiesta es el canto proemial de una alegría indecible. (Andrés de Creta).

EL FIAT DE MARÍA

Lucas escribe la concepción de Cristo a la luz de la Trinidad, según las palabras del Ángel dirigidas a María en Nazaret de Galilea. En el anuncio de Gabriel, se manifiesta la presencia divina: Dios, a través de María, entrega al mundo a su Hijo:
«31. vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33. reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»» (Luc 1,31-32).
María fue la primera en escuchar y creer que Dios haría lo que prometió al mundo: el Mesías. También descubrió que desempeñaría un papel especial en el plan de Dios para la salvación: Jesús sería formado en su vientre y Ella lo cuidaría.

María estuvo de acuerdo con el plan de Dios porque quería que su voluntad fuera la Voluntad de Dios. Y estaba dispuesta a aceptar el gozo y el dolor que lo acompañaban para llevar a Cristo a un mundo que lo esperaba.

En este día, no solo celebramos el anuncio a María de que había sido elegida para ser la madre de Jesús, sino también su aceptación voluntaria de la noticia: su FIAT.
«34. María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35. El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37. porque ninguna cosa es imposible para Dios.» 38. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.»

LA ENCARNACIÓN
EPIFANIA DE LA SANTA TRINIDAD

La gloria de la Trinidad se hace presente en el tiempo y en el espacio y encuentra su epifanía en Jesús, en su encarnación y en su historia. Este momento supremo en la historia de la humanidad: la Anunciación, a través del FIAT de María, se convirtió en la Encarnación del Mesías prometido.

Tres textos litúrgicos importantes se originan en este instante: el Ave María, el Ángelus y el Magníficat.

El saludo del Ángel a María se traduce como:

“Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo”.

Ésta es la apertura del Ave María y una parte importante de las oraciones del Rosario.

El Ángelus contiene esta proclamación tres veces.

Y finalmente el Magnificat (en Lucas 1: 46-55) es el poema que canta María para responder a la Anunciación, alabando el poder de Dios.

EL LAZO CON LA TRINIDAD

En Cristo se unen el lazo filial con el Padre de los Cielos y el lazo con la madre terrena. Pero, en la Encarnación participa también el Espíritu Santo, cuya intervención produce esa generación única: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35). Estas palabras iluminan la identidad de Cristo en relación con las Personas de la Trinidad. Es la fe de la Iglesia, que Lucas presenta ya en el tiempo de la plenitud salvífica: Cristo es el Hijo del Dios Altísimo, el Grande, el Santo, el Rey, el Eterno, cuya generación en la carne se realizó por obra del Espíritu Santo. Por eso: «Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre» (1 Jn 2,23).

CENTRO DE NUESTRA FE

La Encarnación se encuentra en el centro de nuestra fe, en la que se revela la gloria de la Trinidad y su amor por los hombres: «La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria» (Jn 1,14). «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16). «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4,9). A través de estas palabras comprendemos cómo la revelación de la gloria trinitaria de la Encarnación no es una simple iluminación que rompe la tiniebla por un instante, sino una semilla de vida divina en el corazón de los hombres: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.

La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! de modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios» (Gál 4,4;Rom 8,15).

El Padre, el Hijo y el Espíritu están presentes y actúan en la Encarnación para que participemos en su misma vida. «Todos los hombres son llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos» (LG).

Y dice san Cipriano, la comunidad de los hijos de Dios es «un pueblo de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

Y la Evangelium vitae, 37 dirá: Conocer a Dios y a su Hijo es acoger el misterio de la comunión de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la propia vida, que ya desde ahora se abre a la vida eterna por la participación en la vida divina. Por tanto, la vida eterna es la vida misma de Dios y a la vez la vida de los hijos de Dios. Un nuevo estupor y una gratitud sin límites se apoderan necesariamente del creyente ante esta inesperada e inefable verdad que nos viene de Dios en Cristo. En este estupor y en esta acogida vital tenemos que adorar el misterio de la Santísima Trinidad, que es «el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Y por tanto el manantial de todos los demás misterios de la fe; es la luz que los ilumina (CIC, 234).

FIESTA LITURGICA

Los primeros testimonios de esta solemnidad litúrgica aparecen en la época del emperador Justiniano, en el siglo VI. En la Iglesia antigua la fiesta de la Anunciación iba asociada a la Navidad. Al aumentar la importancia de la Natividad del Señor, se formó un pequeño ciclo navideño y la Anunciación cobró mas autonomía respecto al núcleo primitivo hasta constituirse en fiesta mariana autónoma.

El papa Sergio I (687), introdujo esta fiesta en la Iglesia Romana. Se celebraba una solemne procesión a Santa María la Mayor, basílica con mosaicos referidos a la divina maternidad de María, establecida por el Concilio de Efeso (431). Desde el principio la fiesta se estableció el 25 de marzo, porque Jesús se había encarnado coincidiendo con el equinoccio de primavera, tiempo en el que según los antiguos, fue creado el mundo y el primer hombre, como lo comenta Anastasio Antioqueño (599) en su Homilia sobre la Anunciación.

Ulteriores precisiones de naturaleza teológica son hechas por Máximo el Confesor (662) en la Vida de María, 19. En ambos resuena la concepción de Cristo segundo Adán y la recreación del mundo por parte de Dios en la Encarnación con vistas a la Resurrección, plenitud de todo lo creado. Lo que más llama la atención de esta fiesta es el sentido de alegría profunda de los himnos, oraciones y homilías, en conflicto con la austeridad de la Cuaresma. En la iglesia bizantina se celebra esta solemnidad anticipada al 24 de marzo, con un oficio, himnos y el Canon de Maitines de Teófanes Graptos (845), defensor de los iconos en la época iconoclasta.

LA ALIANZA DE LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA:
EL APOSTOLADO DE LOS SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS Y DE MARÍA

La Alianza de los Corazones de Jesús y María, que se realiza perfectamente en el instante de la Encarnación, ha sido revelada al mundo a través de santos y laicos, no sin antes haberse manifestado, el Cielo, al entendimiento de la participación de cada uno de estos Divinos Corazones de una manera individual.

Este resumen, a continuación, se refiere a los vínculos históricos, teológicos y espirituales en las devociones católicas conjuntas al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María y de nuestro protector San José.

Desde el siglo II en adelante, según el Papa Pío XII, los santos y los Padres de la Iglesia ocasionalmente se referían a los dos Corazones. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta al siglo XI y fue abordada por San Bernardo de Claraval y Santa Gertrudis la Grande en los siglos XII y XIII. San Buenaventura se refirió al Corazón de Jesús y al Corazón de María a lo largo de sus escritos durante el siglo XIII, pero el pasaje más conmovedor está en la obra devocional: La Vid Mística, una descripción de la Pasión de Cristo.

La devoción conjunta a los Corazones de Jesús y María comenzó formalmente en el siglo XVII. San Juan Eudes (1601–1680) estableció la Sociedad del Corazón de la Madre Más Admirable, que se parecía a la Tercera Orden de San Francisco y dedicó las capillas del seminario de Caen y Coutances a los Sagrados Corazones. Aunque Juan Eudes siempre asoció los dos Sagrados Corazones, comenzó sus enseñanzas devocionales con el Corazón de María, y luego lo extendió al Sagrado Corazón de Jesús. Eudes fue influenciado en parte por los escritos de San Francisco de Sales sobre las perfecciones del Corazón de María como modelo de amor a Dios.

Juan Eudes organizó las fuentes bíblicas, teológicas y litúrgicas relacionadas con los Sagrados Corazones de Jesús y María y las promovió con la aprobación de la Iglesia. La fiesta del Sagrado Corazón de María se celebró por primera vez en 1648, y la del Sagrado Corazón de Jesús en 1670. La misa y el oficio propios de estas fiestas fueron compuestos por San Juan Eudes en 1668, precediendo brevemente a Santa Margarita María Alacoque en el establecimiento de la devoción a los Sagrados Corazones. Compuso varias oraciones y rosarios para los Sagrados Corazones. Su libro «Le Cœur Admirable de la Très Sainte Mère de Dieu» es el primer libro escrito sobre la devoción a los Sagrados Corazones.

En diciembre de 1673, Santa Margarita María Alacoque informó sobre una visión de Cristo en la que Jesús le mostró el Sagrado Corazón. Después de su muerte en 1690, la devoción fue promovida por los jesuitas. La devoción a los dos Corazones continuó extendiéndose en Francia. En la víspera de Navidad de 1800, en medio de la Revolución Francesa, sabiendo que podían enfrentar la guillotina por sus acciones, Peter Coudrin y Henriette Aymer de Chevalerie establecieron la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María con la misión de difundir el mensaje del amor de Dios manifestado, a través de los Corazones de Jesús y María y a través de la adoración del Santísimo Sacramento, los futuros miembros de la congregación incluyeron a San Damián de Veuster de Molokai.

A principios del siglo XIX, la devoción al Inmaculado Corazón estaba lo suficientemente extendida en Europa como para que el Papa Pío VII permitiera una fiesta para honrarlo en 1805. Desde el siglo XIX, ha habido un aumento constante en la devoción católica romana al Corazón de María, y las imágenes devocionales de la Virgen María que apuntan a su Corazón resplandeciente y sin pecado se han generalizado. Muchas imágenes del Inmaculado Corazón de María todavía lo muestran perforado o herido y, en algunos casos, como sangrado. Otras órdenes y devociones continuaron después; por ejemplo, la Orden de las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María fue fundada en 1866 por el Padre Victor Braun.

El Papa Pío XII consagró la raza humana al Inmaculado Corazón el 8 de diciembre de 1942. En 1944 extendió la fiesta a la Iglesia universal y fijó su fecha de celebración el 22 de agosto. Porque el 22 de agosto es ahora la fiesta de la Reina, de María, la fiesta del Inmaculado Corazón se celebra el día después del Sagrado Corazón.

Santos y beatos

Desde el siglo XVII, la devoción a los Corazones de Jesús y María, individual y conjuntamente, ha sido promovida y alentada por varios santos y benditos. Si bien San Juan Eudes fue la fuerza principal en la formalización y promoción de la devoción conjunta a los Corazones de Jesús y María, los esfuerzos de otros santos prepararon el ambiente en el que la devoción podría florecer. El papa León XIII le dio a Juan Eudes el título de «Autor de la adoración litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María» y ambos papas, Leo XIII y Pío X, llamaron a Eudes el «padre, maestro y primer apóstol» de las devociones de la Iglesia a los Corazones de Jesús y María.

Las devociones y las oraciones asociadas continuaron hasta el siglo XX.

La oración de la Inmaculada de San Maximiliano Kolbe se basa en el tema de Montfort de «Jesús a través de María». Termina de la siguiente manera: «Porque donde sea que entres, obtienes la gracia de la conversión y el crecimiento en santidad, ya que es a través de tus manos que todas las gracias nos llegan desde el Sagrado Corazón de Jesús. Permíteme alabarte, oh, Virgen Sagrada». Dame fuerza contra tus enemigos. Amén.

Santa Jacinta Marto, 1917.

Los tres pastorcillos: Jacinta, Francisco y Lucía, quienes trasmitieron los mensajes de Nuestra Señora de Fátima enfatizaron los vínculos entre los dos Corazones y declararon que el Corazón de Jesús desea ser honrado junto con el Corazón de María. En 1920, poco antes de su muerte a los 9 años, Santa Jacinta Marto, una de las tres hijas de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, según los informes, discutió sobre los Corazones de Jesús y María con su prima, Lucía dos Santos, de 12 años, y dijo:

Cuando tengas que decir esto, no te escondas. Dile a todos que Dios nos otorga gracias a través del Inmaculado Corazón de María; que la gente le pregunte por ellos; y que el Corazón de Jesús quiere que el Inmaculado Corazón de María sea venerado a su lado. Diles también que recen por la paz al Inmaculado Corazón de María, ya que Dios se lo confió a Ella.

Lucía dos Santos luego se convirtió en una monja llamada Hermana Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón.

El Papado y las Devociones

A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica y varios papas han apoyado las devociones individuales a los Corazones de Jesús y María, así como la devoción conjunta. Incluso antes del comienzo de las revelaciones privadas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, Juan Eudes había obtenido de las autoridades eclesiásticas el permiso para celebrar la Fiesta del Corazón de María en 1648.

En 1765, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue formalmente aprobada. En 1799, el papa Pío VI permitió una fiesta del corazón de María en Palermo, Sicilia, y en 1805 el papa Pío VII la extendió por todo el mundo. En 1855, se permitió un oficio y una misa en honor del Corazón más puro de María para la Iglesia universal. El Papa Pío IX extendió la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús a toda la Iglesia Católica en 1858.

El Papa Pío XII instituyó la Fiesta del Inmaculado Corazón de María para la Iglesia universal en 1945. En la encíclica Haurietis aquas de 1956, declaró:

“Y para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús produzca más copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los dolores de su Madre” [125].

En la encíclica Redemptor hominis de 1979 (artículo 22), el Papa Juan Pablo II explicó el tema de la unidad del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón: «Podemos decir que el misterio de la Redención tomó forma bajo el corazón de la Virgen de Nazaret cuando pronunció su «fiat». Desde entonces, bajo la influencia especial del Espíritu Santo, este corazón, el corazón de una virgen y una madre, siempre ha seguido la obra de su Hijo y ha salido a todos aquellos que Cristo ha abrazado y continúa abrazándose con un amor inagotable «.

El Papa Juan Pablo II declaró que: «la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María ha sido una parte importante del sensus fidei del Pueblo de Dios». En su discurso de Ángelus el 15 de septiembre de 1985, el Papa Juan Pablo II acuñó el término: La Alianza de los Corazones de Jesús y María, y en 1986 se dirigió a la conferencia internacional sobre ese tema celebrada en Fátima, Portugal. A menudo invocaba los Sagrados e Inmaculados Corazones juntos y, a principios del siglo XXI, alentaba a todas las naciones a «consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María».

Hoy vivimos, a través de los Llamados de Amor y de Conversión, recibidos en el Santuario de los Sagrados Corazones Unidos de Jesús y de María, en Matagalpa, Nicaragua, la más grande revelación mística de los Sagrados Corazones Unidos de todos los tiempos; a través de los cuales vemos concretizarse el legado que la Misericordia de Dios, en su plan de redención, ha ido ejecutando a través de San Juan Eudes, Santa Margarita Marie Alacoque, lo profetizado por San Luis de Montfort, la Medalla Milagrosa de Catalina Labouré, Peter Coudrin y Henriette Aymer de Chevalerie, San Maximiliano Kolbe, los tres pastorcitos de Fátima: Francisco, Jacinta y Lucía, el Papa Juan Pablo II y Manuel de Jesús, el pequeño Elías.

Revisemos el Llamado de Amor y de Conversión del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús del 25 de marzo de 2019:

25 Marzo 2019 - LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

La Solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios en el Inmaculado Vientre de la Virgen Inmaculada es también el día solemne de la Alianza de los Dos Corazones. Porque a través de Dios Espíritu Santo, mi Sagrado Corazón fue formado en el Seno Inmaculado de mi Mamá Reina y unido eternamente a su Corazón Doloroso e Inmaculado.

El día Solemne de la Encarnación es el día Solemne de los Corazones Unidos de la Madre y del Hijo, unidos en Alianza Eterna e incomprensible, por la salvación de los hombres.

Yo, el Redentor, el Verbo Eterno, me hice el Verbo Encarnado y mi Madre, Criatura elegida para ser la Madre del Verbo hecho Hombre, como la perfecta Colaboradora con el Redentor, se convierte, por mis Méritos y por mi Misión, en la Corredentora. Mi Mamá Reina es Corredentora por causa de mi Redención.

Todos los apóstoles de nuestros Sagrados Corazones deben considerar el día de la Encarnación como la Solemnidad de la Alianza de los Dos Corazones, del Hijo Dios y de la Madre Virgen. Es el día de los Sagrados Corazones Unidos por el Espíritu Santo, por el Fiat de Dios y el Fiat de la Virgen Inmaculada. Un solo Fiat que unió a Dios a la criatura.

María, mi Madre, por su Fiat, acercó a la humanidad a su Dios. Mi Madre por su Fiat, me acercó a Mí, Dios Hijo, a los hombres.

Todo este gran misterio ha sido el Divino Querer de mi Padre, Dios.

Yo, el Verbo Encarnado, doy al mundo entero la Bendición de la Alianza de los Dos Corazones.

En el Nombre del Padre y del Hijo y Espíritu Santo. Amén.
En Fátima se nos instruye acerca del Tercer Corazón que participa de esta Alianza de Corazones y se nos mostró a San José, profetizando su participación en el plan del advenimiento del Reinado Eucarístico.

En el Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos se cumple lo profetizado y el Casto y Amante Corazón de San José se revela, integrado en unión perfecta, conformando la Alianza de los Tres Corazones: Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Doloroso e Inmaculado Corazón de María, Casto y Amante Corazón de San José.

En la Encarnación contemplamos el amor trinitario que se manifiesta en Jesús; un amor que no se queda cerrado en un círculo perfecto de luz y de gloria, sino que se irradia en la carne de los hombres, en su historia; penetra en el hombre regenerándolo y haciéndole hijo en el Hijo. San Ireneo decía, la gloria de Dios es el hombre viviente: «Gloria enim Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei»; no sólo para su vida física, sino sobre todo porque «la vida del hombre consiste en la visión de Dios» («Adv Haer» IV, 20,7). Y ver a Dios es quedar transfigurados en él: «seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es» (1 Jn 3,2). (Andrés de Creta y Theofhanes de Creta. 1546. Monte Athos).