La Oración y Los Apostoles de los Últimos Tiempos

La oración y los apostoles de los últimos tiempos

10 de marzo de 2021 - LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL DOLOROSO E INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Trigésima Segunda Hora de Meditación Reparadora
¨Pentecostés¨

Querido hijo de mi Doloroso e Inmaculado Corazón: Cincuenta días después de la Resurrección de mi Amado Hijo la comunidad aún estaba encerrada, por el miedo, en el Cenáculo de Jerusalén. Los Apóstoles decidieron callar y vivir en silencio la alegría pascual, sin embargo, era desobedecer el mandato de mi Hijo: ¨Vayan y anuncien al mundo la Buena Nueva”.

Nueve días antes que la Pascua finalizara, el Espíritu Santo me movió a iniciar con la comunidad una novena de oración y ayuno para finalizar el último día de Pascua. El último Día de Pascua, Domingo, mientras estábamos orando, en la Hora de Tercia, se escuchó un ruido de trueno en el Cenáculo y una Paloma, voló sobre todos, dejando en las cabezas de los discípulos una llama de fuego, y Paloma encendida en Fuego Santo, se posó sobre Mí.

Los Apóstoles se llenaron del Poder del Espíritu Santo, el miedo y la acedía se apartaron de sus corazones y comenzaron primeramente por San Pedro a confesar la fe. Este mismo Espíritu Santo, es el que mi Hijo y el Padre desean enviar al mundo. Por eso, primero me envían a Mí como la Gran Mujer del Apocalipsis, la Santísima Trinidad envía la Señal que es mi Doloroso e Inmaculado Corazón para que con mis Últimos Llamados de Amor y Conversión y el Apostolado del final de los tiempos, en la humanidad entera se formen cenáculos de Oración, que preparen la llegada del Gran Pentecostés que transformará a la creación.
Elevación del alma
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te amo, te adoro, te bendigo, te consuelo, te reparo, te pido por todos.

Que el Gran Pentecostés venga sobre toda la humanidad, transformando los corazones en copias vivientes del Corazón de María. Por eso, pido los Méritos, Frutos, Dones y el Poder mismo del Espíritu Santo, para que, el Pentecostés del Cenáculo de Jerusalén, se extienda en el Cenáculo Universal de los Sagrados Corazones Unidos. Amén. Fiat.

NOVENA DE LOS APÓSTOLES DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA A DIOS ESPÍRITU SANTO

14. Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañia de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (Hch 1, 14)

1. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. 2. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, 3. y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. 4. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. (Hch 2,1-4)
Luego de su Resurrección, el Señor Jesús permaneció por cuarenta días con los primeros apóstoles y discípulos, entregándoles, minuciosamente, enseñanzas y guías de cómo harían para iniciar su Iglesia y sembrar su Palabra. Así mismo, fué dejando magníficas huellas en la tierra, no solo para sus seguidores de aquel entonces, sino para las futuras generaciones; y, para el entendimiento de los pasos y guías a seguir para el remanente fiel. De esta manera es como se cumple su profesía y su promesa de que Él nunca nos abandonaría y de que enviaría al Espíritu Santo para estar en nosotros.

Así, apóstoles de los Últimos Tiempos, siguiendo la enseñanza del Maestro nos preparamos, escuchando atentamente su Palabra y obedientes, con el corazón abierto en un perseverante FIAT, nos sometemos a la Voluntad Divina y clamamos al Paráclito a través de esta Novena previa a Pentecostés, para que se inunde nuestro cuerpo y alma de ese Espíritu Santo, la Tercera Persona de nuestra amada Santísima Trinidad.
OREN, OREN, OREN…
Estas tres (3) palabras, que contienen doce (12) letras son tan sencillas, pero conllevan un mensaje inmensurable, todos sabemos quién las ha pronunciado, ha sido nuestra Madre Santísima en la Cova de Iría, en Fátima, hace algo más de 100 años. Y las hemos escuchado repetidamente en los Llamados de Amor y Conversión. Tanto así, que difícilmente encontramos un Llamado que no nos invite a la oración.
¿Qué es orar?
(Del lat. orare, rogar.)

Es ponerse una persona, mental y anímicamente, ante la presencia de Dios. Es hablar con Dios.

Esta acción consiste en comunicarse con Dios a través de oraciones y ciertos ritos, pero más importante es entender que, el propósito principal de la oración no es sólo presentarle a Dios nuestras peticiones, sino conocer la Voluntad de Dios. La oración refrena a la Justicia Divina, la violenta y la transforma en Misericordia, porque al Amor de Dios por sus criaturas es infinita; tanto así que, Él, empleó el transcurso de su Vida mortal en continuos sacrificios, hasta morir desangrado en la Cruz. Aún más, se dejó como victima perenne en el Sacramento de la Eucarístia, a donde permanece constantemente orando al Padre Tierno y Misericordioso por nuestra salvación.

La oración consuela y repara al Sagrado Corazón Eucarístico que contiene a la Santísima Trinidad, y que, está abierto a todos nosotros en rogante posición para que, orando con el corazón, logremos penetrar, durante esos instantes de oración, en ese Corazón; el cual, en su bondad, nos retribuye dejándonos vivir pequeños destellos de su desbordante grandiosidad. Destellos que se disfrutarán eternamente en su Reino.
Acción:
Al rezar, una persona puede agradecer a Dios o realizarle un pedido. También se trata, en ocasiones, de un tributo que se le rinde a Dios como una muestra de respeto y sumisión a sus mandatos.
Formas y maneras de rezar:
Enfrascarse en leer la Biblia, los Llamados de Amor y de Conversión, los libros sagrados, biografías de santos, son formas de oración.

Es posible rezar en silencio. Parte esencial de orar, es sentir, en el silencio, la Presencia de Dios ¡que lo escuchemos!

En un acto privado que se desarrolla en cualquier sitio, ejemplos: Cenáculos de Oración, en refugios marianos, una vivienda, un transporte, etc.

En un acto público, en voz alta, y siguiendo las instrucciones de un líder religioso: celebrando la Santa Eucaristía.

Puede implicar ciertos movimientos o posturas corporales:

En el catolicismo, es habitual que el rezo se inicie con la Señal de la Cruz. Juntar las palmas.

Arrodillarse ante el altar o frente a alguna imagen.

El rezo es una especie de diálogo, donde recibir respuesta de Dios es una cuestión de fe. Consiste en pensar o pronunciar ciertas ideas que se desea transmitir a Dios.

Puede consistir en repetir una oración ya establecida, como el Padrenuestro o el Santo Rosario.

Puede ser que sea para que presentemos nuestras peticiones, pero esto se constituye en innecesario para quien ora en la Divina Voluntad, pues ya no necesita poner intenciones propias.

Todo lo hasta aquí mencionado, lo hacemos y es correcto, pero realmente esto es una porción de lo que es orar:

Eclesiastés 4:17 incide sobre cómo debemos de cuidar la manera de ponernos en la Presencia de Dios:
“Guarda tus pasos cuando vas a la Casa de Dios. Acercarse obediente vale más que el sacrificio de los necios, porque ellos no saben que hacen el mal.”
Analizando cómo Jesús oraba y enseñaba a los discípulos a orar con Él, nos damos cuenta de que, la oración más “efectiva” tiene que ver más con Dios y su Divina Voluntad, que con nosotros y nuestras peticiones.

Por lo tanto, la oración es la búsqueda de la Voluntad de Dios y el medio por el cual hacemos que su Voluntad sea la nuestra.

Cuando decimos “por Jesucristo, nuestro Señor”, se nos olvida que estas palabras quieren decir: “en representación de Jesús.”

Significa que estamos orando por aquello que Jesús oraría. Lo único que Jesús oró para sí mismo fue que se hiciera la voluntad del Padre por encima de la suya (Mateo 26:39, 42, 44).

El hecho de que Dios sepa nuestras peticiones no significa que no tenemos que orar – porque nuestro propósito primordial de orar es buscar la Voluntad de Dios, no que nos conceda nuestras peticiones.

Por esto es que Dios no siempre concede nuestras peticiones – porque no todas van de acuerdo con su Voluntad. El hecho de que se ore “en el nombre de Jesús” no garantiza una petición contestada. Como dice Santiago:
“Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.” (Santiago 4:3)

¿Cómo orar?

Existen guías para seguir en el momento de orar:
“«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. [Mt 6,5]
“Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” [Mt 6, 6]
-La oración es un acto de humildad. La recompensa de los que quieren ser vistos orando es esa: ser vistos. Dios no escucha oraciones orgullosas; los que oran con orgullo hablan con ellos mismos (Mateo 6:7-8).

-El silencio interior:
“Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. [Mt 6,7]
No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.” [Mt 6, 8]
Recordemos Eclesiastés 4:17: Nos acercamos para oír más que para hablar. El hecho de que Dios sabe de lo que tenemos necesidad antes de que la pidamos debe ser motivo de paz; no tenemos que pedir tanto por lo nuestro, sino en saber cuál es la voluntad de Dios. El hecho de que Dios sabe y se ocupa de lo que nos preocupa nos da más espacio para buscarlo a Él y lo que Él quiere.

La mejor guía para entender esto es siguiendo la oración que el Señor Jesús nos dejó:
Vosotros, pues, oraréis así: Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. [Mt 6, 9]
Primero, Jesús reconoce a quién se dirige; se humilla ante la realidad del Dios Padre. Luego, le adora. Un fruto de alabanza que confiese su Nombre. Nuevamente, un acto de humildad. Reconociendo que estás en la presencia de un Dios santo.
Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. [Mt 6, 10]
Aquí son peticiones del corazón de Dios, no del nuestro: que venga su Reino y que se haga su voluntad. No es nuestra voluntad, sino la de Él.
Danos hoy nuestro pan de cada día. [Mt 6, 11]
Aquí: las peticiones personales. Veamos que se basan en necesidades y no deseos ni caprichos. Y más aún, que habla en plural, no para sí solo.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. [Mt 6, 12]
Esta parte Jesús la explica en Mateo 6:14-15; sencillamente, “si no perdonamos Dios no nos perdonará.”

La oración es un momento de entender que la voluntad de Dios es que, “en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).

Esto nos ayuda a cumplir esa petición del corazón de Jesús sobre nosotros “Como Tú, Padre, en Mí y yo en Ti”, así como Jesús y el Padre son uno (Juan 17:21).
No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén. [Mt 6, 13]
Por último, oramos para que Dios nos guíe y nos cuide en medio de las tentaciones y el mal. Recordándonos que estamos en el mundo, pero no somos parte de él.

Y, por supuesto, terminamos con una alabanza.

¿Cuánto se debe orar?

El Padre Nuestro, dependiendo de la traducción, contiene unas 70 palabras. No hay nada en la Biblia que indique que las oraciones largas o cortas sean más efectivas, pero, un hecho bíblico es que Jesús se retiraba a orar y ayunar por largos periodos cuando eventos importantes se avecinaron. Eran periodos de preparación para aquellas tribulaciones.

También encontramos en la Biblia el ejemplo de persistir y perseverar en la oración:
“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.” (Efesios 6:18)
La Virgen María, los apóstoles y los discípulos se reunieron en el Cenáculo por 40 días esperando y pidiendo el Espíritu Santo, el Pentecostés.

Algunos apóstoles preguntan…

¿Por qué el Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos ora “tanto”?

* Porque somos el Ejército Mariano de los Últimos Tiempos, que la Madre Santísima está reclutando como lo profetizó en La Salette. Y como férreos guerreros, obedientes a su Capitana, humildes y sumisos nos sometemos a su ruego, porque Ella sabe lo que necesitamos y así nos lo indica. Fue el poder de la oración, el ayuno, el silencio interior, el entregarse al Divino Querer lo que desbordó aquel Cenáculo con el Espíritu Santo.

* Porque los apóstoles de los Últimos Tiempos estamos haciendo Cenáculos junto con el Corazón Doloroso e Inmaculado de María, preparándonos para ese Segundo Pentecostés que transformará la faz de la tierra, para la venida del Reino Eucarístico. Y sabemos que estamos y estaremos sometidos a gran tribulación y, por ende, en imitación al Maestro, debemos retirarnos en oración y ayuno.

* Porque nuestra Capitana no dijo oren una vez. Ella lo dijo en Fátima y lo repite en los Llamados de Amor y Conversión:
OREN, OREN, OREN…
Esto significa, no un esfuerzo orando, si no triplicados esfuerzos en la oración, para que se haga la Voluntad Divina.

Con esto dicho, los invitamos a leer los adjuntos Llamados de Amor y de Conversión, unos pocos, pero que brillan magníficos, por contener la enseñanza de la importancia de la oración constante, buscando la dirección, guía y la Voluntad de Dios en nosotros, como apóstoles y como Apostolado. Y que, a su vez, sea una exhortación para incurrir en leer, meditar y vivir todos los Llamados de Amor y Conversión, pues en ellos, en verdad, están contenidos todos los parámetros para alcanzar la Santidad. Fuente y Luz de Agua Viva son.

Finalmente, cerramos este discernimiento recordando que, Dios nos ha colmado con un extra-regalo que nos permite asegurar que nuestra oración se perfeccione, y es que, buscando la intercesión de la Llena de Gracia, el Arca de Salvación, y depositando en sus manos purísimas nuestras humildes y siempre incompletas oraciones, Ella siempre las levantará ante Trono del Altísimo.
¡Alabados sean los Sagrados Corazones de Jesús, María y José!
Nota: recomendamos la Lectura del Catecismo de la Iglesia Católica,
Cuarta Parte: LA ORACIÓN CRISTIANA.