Lourdes, un Llamado a la penitencia.
Mi queridísimo niño, mi llegada a Lourdes fue un llamado a la penitencia y a la plegaria.
Cuando dije que era la Inmaculada Concepción lo hice para que toda alma también comprenda que es concebida sin mancha, en Dios[1] y para Dios, en el momento de su Bautismo. Pero el hombre, hijo mío, se ha olvidado de su deber con Dios[2], manchando así su alma, con el barro del pecado.
Quiero llamar nuevamente a una sincera y profunda conversión porque deseo que el mundo se convierta a Dios. La humanidad se convertirá a Dios, pero eso, querido hijo, requiere de la penitencia de los hijos de mi consagración maternal.
Desde lo más profundo de mi ser quiero decir al mundo:
“Hagan penitencia por sus pecados[3] y los del mundo entero”.
Que los enfermos, hijos muy especiales de mi Doloroso e Inmaculado Corazón, ofrezcan su enfermedad como penitencia para Dios, entregándose como “ofrendas vivas”[4] para el Creador. En este tiempo se necesita de almas víctimas que sean pararrayos de la Divina Misericordia.
Oren, oren, oren hasta que el mundo vuelva al Corazón de Dios a través del Amor Santo.
Quiero decir que Francia será el Trono de la Cruz Gloriosa, de donde brotará la señal para la humanidad, donde el Cielo advierte a la humanidad para el retorno del Señor.
Únanse a mi Jardín, sean rosas que vivan en perfecta penitencia y sean regadas con la fuente de mis lágrimas.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.
[1] Efesios 5,27
[2] Oseas 4,6
[3] Hechos 3, 19
[4] 1Pedro 2,5