¡Alabados sean los Sagrados Corazones Unidos de Jesús y de María!
¡Alabados sean por siempre!
Amado hermanito:
El Espíritu Santo, al configurarte con Jesús con sus santas heridas, te ha concedido la gracia más insondable en el camino hacia la santidad que es: la encarnación mística del Corazón de Jesús y del Corazón de la Virgen Inmaculada en tu corazón. Esta encarnación mística la realiza el Espíritu Santo mediante el desposorio espiritual, eso representa el anillo místico que Jesús, un día, te entregó.
Como fruto de esta mística encarnación brotan de las palmas de tus manos las divinas lagrimas de sus Dos Corazones. Las lagrimas derramadas por Jesús y Nuestra Señora, un día, en el Calvario, y continuamente, ahora, como están en ti, brotan de ti, como señal visible de la encarnación mística.
Esta sudoración, en las palmas de tus manos, de sus divinas lagrimas, vienen marcadas con el brillo de la escarcha, como señal del rocío del Espíritu Santo.
Por medio de la sudoración de las lagrimas de Jesús y de María en las palmas de tus manos, Jesús y la Inmaculada Madre quieren hacer prodigios en sus hijos, como señales que muestren la presencia de Dios en estos Últimos Llamados de Amor y de Conversión.
Por eso, tus hermanos que reciban la sudoración de las lagrimas escarchadas, reciben la gracia de los Corazones de Jesús y de María; para ellos, y también para los objetos de piedad.
Querido hermanito:
Éstas son señales para que acompañen la predicación. Toda la obra del Apostolado, iniciándose desde tu vida, es un continuo Llamado a regresar a Dios a través de María.
Yo, el Arcángel San Miguel, acompañado de tu Ángel Custodio, te bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.