Dios Padre: Mi pequeño hijo, cuantas señales y avisos celestiales he dado a través de Mi Espíritu al mundo, pero los hombres siguen sin escuchar y sin mirar. No porque no tengan la capacidad de acatar Mis Llamados, sino porque no quieren escuchar para no cambiar. Son un Pueblo de cerviz dura y espíritu frío. Las almas se han materializado tanto que ya no quieren encontrar en la jornada diaria un momento de oración y de meditación. Han olvidado el valor de la penitencia, del sacrificio y del ayuno. El hombre no desea encontrar algo que incomode, como el dolor o la renuncia. Porque no quieren sufrir.
Hijo, dile a Mi Pueblo que el sufrir con paciencia cualquier dolor, suave o intenso, físico, moral o espiritual, es una oportunidad de expiación. Y por no desear sufrir con paciencia no se liberan, ni interceden por los demás. ¿No es esto el Mensaje de Fátima? ¡Penitencia! Porque es necesario luchar contra la inclinación del corazón hacia el pecado.
Pequeño, quiero que ahora peregrines a los Santuarios que te ordenaré peregrinar. A restituir y consagrar Nuestros Auténticos Llamados. Porque hacer esto también es reparación. Pequeño, mientras los hombres pelean reclamando sus derechos, vanos y pasajeros, tú, pequeño consolador de tu Abbá, interésate y vigila por Mis Derechos.
¡Oh pequeño, cómo anhelo que un día la humanidad se interese por agradar a vuestro Padre Dios! Te bendigo Mi Consolador. Cuando no puedas ir con tus dos padres espirituales, si es necesario que te acompañe tu director y padre espiritual porque a través de él llevas la presencia, el ministerio y la bendición de Jesucristo Sacerdote junto a tu Misión en estos Últimos Tiempos.
Yo estoy contigo. El día 13 de octubre de cada año deben ser celebrados el Reinado Eucarístico y María Corredentora. La Coronilla de reparación a la Santísima Trinidad por los pecadores me consuela y, por lo tanto, aplaca la Divina Justicia. Mi consolador, te amo.
El Instrumento: ¡Fiat Abbá! Siempre quiero estar bajo el Estrado de Tus Pies, dispuesto a obedecerte y obedeciéndote, demostrándote mi amor, aunque sea pequeño y defectuoso.
Dios Padre: Pequeño Consolador, te bendigo: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.