Hijos de mi Castísimo Corazón:
Como padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús y esposo virginal de la Reina del Cielo deseo hablar a sus corazones, corazones consagrados a los Corazones de Jesús y de María.
En este tiempo espiritual que la humanidad está atravesando, se vive un tiempo de adviento, pero también, un tiempo de rechazo. La Madre Celestial, junto a mi Casto Corazón, buscamos hospedaje en el belén, frío, indiferente, de la humanidad. La mayoría de los corazones rechazan y se niegan a recibirnos. Pero hay corazones fieles que son los que están escondidos en silencio, odiados por los demás hombres, rechazados por el mundo, perseguidos por los Herodes actuales, pero, a pesar de tanto desierto, son fieles y abren sus corazones, para darnos hospedaje y que nazca Jesús.
Ese pequeño resto fiel de los Corazones sufre soledad, tristeza, pruebas que son purificaciones para limpiar el corazón de todas las espinas y hierba mala, para que, en su lugar, crezca hierba y pasto frescos, suaves, para recostar al Niño Jesús en un corazón limpio, lleno del Espíritu de Dios.
Pequeños corazones del remanente fiel sean firmes, valientes, decididos. Juntos, con la Madre Celestial y Yo, llegaremos hasta la gruta santa de Belén. Sigan a nuestros Corazones, no se desvíen; porque el ruido, la perturbación, el escándalo, el desorden, abundan en el caminar. Sigan la antorcha encendida de nuestros santos mensajes de amor y de conversión.
El Espíritu Santo protege a los Corazones del remanente fiel y, en su nombre, les doy mi Bendición Patriarcal.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.