El Apostolado es como un pozo de gracia, muchas fuentes, divinamente iniciadas, confluyen en este pozo infinito de la espiritualidad del Apostolado.
Este Apostolado vive, también, una espiritualidad carmelita, pues el fundador del espíritu carmelita, San Elías, el profeta, que simboliza la herencia profética y que grandes santos han sido sucesores del Espíritu de San Elías, tiene su plenitud en la Profeta por Excelencia, Nuestra Señora.
Y ese mismo espíritu profético dentro de los Llamados de Amor y de Conversión que solo recuerdan, exaltan y exhortan a que la humanidad regrese a la Palabra de Dios, la Divina Revelación Publica; es parte de esta línea profética de San Elías, por eso el Apostolado también tiene como signo el Escapulario de los Últimos Tiempos. Escapulario que, como prenda entregada del Cielo al corazón de los hombres, reúne también todos los signos de sacramentales anteriormente revelados por el Cielo. Y que no sustituye el Escapulario Carmelita, pero le da plenitud a la espiritualidad.
Todo ello es un signo de que esta obra también es obra carmelital de espiritualidad contemplativa, penitente y amante de Jesús, de Nuestra Señora y de San José.
Como apóstoles carmelitas de los Últimos Tiempos, que escuchan al Testigo, que es el Corazón Ardiente, Doloroso e Inmaculado de María, vivan los Llamados de Amor.
Yo, Santa Teresa de Jesús, también hija del Carmelo, los bendigo con el Corazón Eucarístico de Jesús, con el Doloroso e Inmaculado Corazón de Santa María, con el Casto y Amante Corazón del Señor San José.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén