Queridos hijos, Yo al igual que ustedes sufrí mucho en la tierra. El dolor ha entrado al mundo por el pecado y el pecado es lo contrario al Amor. El Amor de Dios es Vida y Gracia. El pecado es muerte, dolor y condenación.
Y ustedes, mis hijos, son libres para tomar cualquiera de los dos caminos. El camino de la penitencia, de la paciencia, de soportarlo todo con amor, de la oración y del ayuno, de la confesión y la recepción eucarística, el camino de la observancia de la Ley y el Evangelio, es el camino que lleva al Cielo. ¡El camino del Amor! El camino del odio, de la lujuria, de las iras, de las impaciencias, el camino de la rebeldía, de la desobediencia, del orgullo, de la vanidad, de la envidia, de todo lo que es contrario al Amor, es el camino al Infierno.
Hijitos míos, el Cielo existe y también el Infierno. Y las almas llegan a éstos, cualquiera de estos dos lugares, con su propia decisión, libertad y voluntad. Yo sufro porque veo continuamente cuantas almas caen al Infierno. Yo puedo ver cuantas almas se condenan ahora mismo. ¿Por qué no quieren sufrir? ¿Por qué no quieren obedecer? ¿Por qué no quieren seguir radicalmente mis mensajes? ¿Por qué sus corazones están tan duros?
Hijos míos, tengan corazones sencillos, tengan corazones pacientes. No se dejen dominar por el impulso sino por la templanza y el Amor. La decisión de ser santos es de ustedes. Ustedes eligen el Cielo o el Infierno. No Dios. Ustedes lo eligen. Apóstoles míos, hago un llamado, muchos de mis hijos se están dispersando: leen, buscan y siguen a muchos falsos profetas y esto desvía a mi pueblo del tiempo urgente.
Hijos, ¿no han entendido que en este lugar estoy dando los Últimos Llamados de Amor y de Conversión al Mundo? ¿Aún no han comprendido que esta es la Obra de los Últimos Tiempos? Los quiero aquí, trabajando en mi Obra, concentrándose en lo importante. Hijos, en este tiempo ya no hay ignorancia sino indiferencia, y por indiferencia y desobediencia no me quieren escuchar.
Hijos míos, ¿hasta cuándo se amarán entre ustedes y tendrán la paz y dejarán de ofender a mi Hijo, que ya está muy ofendido? Les doy mi bendición maternal: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.