Queridos hijos de María:
Al caminar en este desierto espiritual en que todas las pequeñas almas están pasando, cruzando un umbral de sufrimiento, de dolor, de angustia: deben cruzarlo bajo la sombra de la Reina Celestial.
Pequeños, el mundo está desértico, árido, infértil en la vida espiritual, no hay interés por la virtud, por la santidad, por el amor santo que viene del Padre; y los hombres se alejan, corren tras ídolos, y no se arrepienten.
El pequeño resto fiel, que ora y persevera, debe interceder por esas almas que no conocen el amor de Dios. Jesús conoce sus necesidades, problemas y sufrimientos, pero Él les pide que ofrezcan esos dolores, y junto a estos dolores ofrézcanse también ustedes mismos, para que sean pararrayos de gracias y de misericordia para el mundo entero. Y no tengan miedo de caminar en el desierto porque, al igual que pasó conmigo, irán acompañados de Jesús y de la Mama Celestial hacia un refugio de amor, de luz y de paz.
Oren y confíen porque el Triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y de María está cerca.
Les amo y les bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.