Queridos hijos:
Los invito a contemplar el taller de Nazaret.
Allí, en silencio, Yo trabajaba para sustentar a Jesús y a María.
Allí, como grano que se tritura para hacer la harina y formar la hostia, de igual modo me entregaba Yo como una Hostia, para consolar, servir y amar a Jesús y a María.
Mi Corazón también fue y también es Hostia Víctima, porque:
• Como hijo de Israel, reparé el rechazo del pueblo hacia su Mesías aceptándolo como mi Hijo.
• Y, como hombre justo, reparé el rechazo hacia la Virgen María, cuando salió embarazada por obra del Espíritu Santo, aceptándola como mi esposa, porque su vida corría peligro al ser repudiada.
• Y, continuamente, reparé y consolé a los Sagrados Corazones.
Hijos míos:
Una de las formas más grandes de reparar y de consolar a los Sagrados Corazones de Jesús y de María es renunciar a la voluntad propia. Cuando renuncian a su voluntad, en cada momento, aceptan la Voluntad de Dios.
Oren y ayunen, para que tengan corazones firmes y espíritus fuertes que, sin desmayar, estén siempre dispuestos a servir a Jesús y a María. Y también, por medio de Ellos, a los demás.
Les bendigo como el Patriarca de la Familia de Nazaret.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.