Mi Corazón Doloroso e Inmaculado y Dios Espíritu Santo han pedido al Padre que te escogiera y te ungiera, desde antes de venir al mundo, para que fueras el apóstol enviado de Nuestros Sagrados Corazones. Querido hijo, tu misión es transmitir como profeta a la humanidad Nuestros Últimos Llamados de Amor y de Conversión. El profeta dice la verdad. El profeta no pretende quedar bien con nadie, solamente decir la verdad. El profeta no da gloria al mundo sino que, con agua cristalina, le muestra al mundo lo malo que hace. El profeta no busca agradar sino enseñar. El profeta no teme porque sabe que anunciar y denunciar es su misión.
Queridos hijos ¡cuántos profetas les ha enviado Mi Padre! A todos los mataron antes de que Mi Hijo viniera al mundo, a unos físicamente a otros moralmente. Y, cuantos profetas no ha enviado Mi Hijo después de su Resurrección, comenzando por los Apóstoles y los presbíteros y por pequeñas almas que recibían revelaciones del Señor, como ahora. Y todos los han perseguido, porque escuchar al profeta implica cambiar de vida. La palabra del profeta destruye y construye, hiere y sana, porque es el Espíritu Santo Quien habla, Quien indica y Quien transmite.
Queridos hijos, abran sus corazones, nuevamente les digo que solamente las pequeñas almas que viven de la humildad pueden comprender los Últimos Llamados, y todos pueden, queridos hijos, solamente oren y practiquen el don de la sencillez, de la humildad, del amor, y traten de vivir en paz. Mis queridos hijos, les muestro el camino hacia Mi Hijo, el camino de la Verdad, el camino de la Voluntad de Dios.
Yo, vuestra Madre, quiero conducirlos a Mi Hijo Jesús y quiero enseñarles la Verdad. ¡Escúchenme con el corazón! ¡Decídanse por la santidad! Les amo y le doy Mi Bendición Maternal: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.