Queridos hijos de mi Casto y Amante Corazón, la oración debe ser vital para ustedes, así como el cuerpo depende del oxigeno, para vivir, así la oración debe ser tan necesaria en sus vidas, para vivir, vivir en Dios, vivir obrando en su Divina Voluntad, vivir anhelando su Voluntad.
La oración es la fuerza del alma. La oración baja en bendición y en fortaleza para ustedes, la oración debe ser el centro en el cual gire toda su vida.
Queridos hijos, mucho se habla, mucho se conversa; poco se ora, poco se medita, poco se valora la virtud del silencio, de la reflexión, de la meditación.
Las almas silenciosas son almas que oran, y las almas que oran y guardan silencio son almas muy fuertes, capaces de llegar hasta el final con la cruz. Las almas que oran mucho y hablan poco son almas sabias, son almas prudentes, son almas de Dios.
Cuando Yo vivía en Nazaret anhelaba el silencio, porque con el silencio podía contemplar al Niño, podía escucharlo, podía adorarlo, podía aprender; pero estando en silencio, en oración.
¡Confíen en el Señor! ¡Confíen en Dios! nuestros Llamados de Amor y de Conversión son muy serios, son reales y concretos, y, como una apelación urgente, deben ser obedecidos.
Las Revelaciones de nuestros Sagrados Corazones en este Santuario Espiritual son únicas, y no pueden ser comparadas a ninguna otra, porque aquí, el Cielo está explicitando el Evangelio desde el mismo Corazón de Jesús.
¡Pongan mucha atención y vivan con compromiso el Espíritu de este Gran Apostolado! Esta Obra del Cielo debe ser considerada con seriedad, y obedeciendo con amor serán verdaderos Apóstoles de nuestros Sagrados Corazones; nunca separen la obediencia con el amor.
Como el Padre de los Apóstoles de los Corazones de Jesús y de María los bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.