Hijos de Mi Sagrado Corazón, contemplen y adoren, en el espíritu, Mis Caídas bajo el peso de la Cruz, en el camino hacia el Calvario.
Iba cansado, flagelado, derramando abundante Sangre, coronado de espinas, y la Sangre que cegaba Mis Ojos; la túnica se me pegaba al manto por la Sangre y el Sudor; cada vez que me jalaban el manto, los Brazos, y me azotaban, volvían a desgarrar Mi Cuerpo y el camino quedaba marcado por Mi Preciosa Sangre.
Queridos hijos, caí, no por Mi Propia Voluntad, sino por el peso de la Cruz, los empujones, que me daban los soldados y que también permitían que las gentes que me miraban pasar me empujaran, caí con Mi Cruz, pero me levanté con la Cruz.
Mis pequeños hijos, adoren Mis Caídas, en el camino hacia el Calvario, porque con Mis Caídas, en tierra, al caer en el suelo, al tocar el suelo con Mi Cuerpo Inmolado y levantarme, reparé las caídas de la humanidad, reparé la caída del hombre, su desobediencia, su pecado, su fragilidad, su pequeñez, y, junto a Mí, elevé su dignidad, y Mi dignidad de criatura y de Hijo de Dios, caí con la Cruz, para levantar al hombre caído en el pecado.
¡Adoren Mis Caídas bajo el peso de la Cruz y reparen las caídas de los hombres en el pecado! ¡Contemplen y adoren Mi Corazón que se hace nada y se humilla para salvarlos! Les amo con Amor Redentor: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.