Amados hijos de mi Castísimo Corazón:
Cuando el corazón humano abre su corazón a Dios, recibe la fuerza del Espíritu Santo para hacer lo que Dios le pida, con amor y misericordia a ese hijo que ha abierto su corazón para recibirlo.
Así fue conmigo, Dios me escogió, y abrí mi Corazón. Me hice muchas preguntas, tenía muchas dudas, y también demasiada confusión en mi pobre humanidad. Pero aprendí que, con Dios no se debe razonar sino vivir. Vivir a Dios. Y en este vivir de Dios, recibirán la luz para saber discernir los caminos.
El hombre piensa mucho, razona mucho, pero ora poco, vive poco en el silencio.
Hijos, sepan que cuando mucho se habla, mucho se peca, y cuando mucho en silencio viven sus corazones, mucho se ora.
El hombre le gusta expresar, hablar. Pero ¿por qué no guarda esa capacidad para orar, para servir, para amar, para perdonar y pedir perdón?
Tienen la Fuerza del Espíritu Santo, pero la desgastan fuera del servicio de Dios.
Cuando, realmente, vivan en Jesús y en María, conocerán el valor de la oración, del silencio, del sufrimiento que se oculta. Eso da más mérito a sus almas.
Hijos, les digo: no esperen aquí en la tierra comprender a Dios. Vívanlo, crean en Él, obedezcan sus Palabras. Haciendo esto, de verdad, serán siervos como María. Ella, la Auxiliadora del género humano, les enseña con su ejemplo y sus mensajes: Vivir y conocer a Jesús.
Pero no aprenden aún, porque no han orado lo suficiente para comprender sus mensajes. Crezcan en santidad, porque, es el deber de todo hijo de María ser santo.
Como el Patriarca de la Sagrada Familia les bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.