Queridos hijos de Mi Corazón, cuando Yo peregrinaba en la tierra, el Padre, por medio de su Espíritu, me hizo comprender el valor de la penitencia.
Queridos hijos, la penitencia es la cruz, es el dolor, son las pruebas y las tentaciones, y son los sufrimientos normales de la vida que no se pueden evitar y que deben soportar con paciencia.
En la tierra yo no me quejaba de los defectos de Mis hermanos, me hacían sufrir pero nunca me queje de ningún ser humano, los ofrecí a Mi Padre.
Nunca me deje dominar por la ira, nunca me dejé gobernar por el egoísmo, siempre ante todo pensaba en Dios y en los hombres.
Queridos hijos, penitencia es soportar con misericordia los defectos ajenos, penitencia es ofrecer la enfermedad y los problemas ordinarios de la pequeñez de la vida humana, penitencia es sufrir y ofrecer cualquier dolor, moral o físico, pequeño o grande.
El alma penitente, recuerden, no se queja, obedece sin murmurar, trabaja y sirve sin querer ser notado.
El alma penitente me mira y reconoce que, después de Mi Hijo Jesucristo, Yo he vivido la penitencia en su perfección. Nunca corriéndome de la cruz, nunca renegando del dolor, todo con paciencia lo soportaba por Amor a Mi Dios.
Y con Mi Corazón Doloroso, los invito a la penitencia ¡ofrézcanlo todo! ¡súfranlo todo! ¡sopórtenlo todo con Amor!.
Porque bienaventurados los que sufren y lloran aquí, porque en el Cielo gozarán con Mi Hijo eternamente.
Y la Vida Eterna, ni ojo vio, ni oído ha escuchado, las bellezas que Dios te ha preparado.
Súfrelo todo. El sufrimiento no es malo, el sufrimiento purifica, fortalece, limpia tu alma y te hace idéntico a Jesús.
Los exhorto, queridos hijos, que la vida de todos Mis Apóstoles de Mi Corazón, sea una vida de penitencia.
Y tú, pequeño hijo Mío, tus agonías espirituales, síguelas ofreciendo, para que pronto triunfe Mi Corazón Doloroso e Inmaculado.
Juntos muramos agonizando por Amor a la salvación del mundo entero.
Bendigo todos los objetos piadosos, derramo sobre ustedes Mi Bendición Maternal en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.