Alabado sea el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesucristo.
Amados hijos de Dios:
Celebrar nuestra misión como padres de la Santísima Virgen María es celebrar al Dios que hace posible lo imposible (Lc 18, 27-30). Es celebrar la profecía en Génesis (Gn 3,15). Es celebrar las promesas cumplidas de Dios (Nm 23,19). Es celebrar el prodigio de la Providencia Divina (Flp 4,19) que para la redención del género humano quiso crear, engendrar, preservar y glorificar a nuestra amada Hija, Nuestra Señora (Lc 1,28) (Lc 1,46-55).
La Santísima Trinidad a la gloriosa Santa Ana y a mí, San Joaquín, nos ha hecho precursores de la Alianza de los Dos Corazones, precursores del Reinado de Jesús y de María, precursores de la Obra de salvación de los Sagrados Corazones Unidos.
Amados hijos, la Iglesia de Jesús, los hijos de María, tienen en nosotros no solo unos santos intercesores, tienen un modelo de quien vive el Triunfo del Corazón Doloroso e Inmaculado de María en su vida. Y, además, abuelitos santos, pues todos los hijos de María y hermanos de Jesucristo son nuestros nietos en el Amor Divino.
Por eso, con amor paternal, la gloriosa Santa Ana y yo, San Joaquín, los bendecimos.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Ave María purísima, sin pecado original concebida.