Jesús y Nuestra Señora han confiado a mi Casto y Amante Corazón el cuidado de la Iglesia Universal, la protección de las familias y también me han enviado a guiar a los apóstoles de los Últimos Tiempos.
Hijos míos:
Recuerden lo que sucedió en Belén. Los que reconocieron la ‘señal’ eran unos pobres hombres que dedicaban su vida entera a cuidar rebaños, no eran personas doctas, poderosas y pudientes, eran hombres pobres, eran hombres sencillos, eran hombres de trabajo.
Hijos míos:
Para reconocer la ‘señal’, que ya no es una estrella, sino los Sagrados Corazones de Jesús y de María, también se tiene que tener un corazón pequeño, un corazón sencillo y un corazón confiado. Porque solamente los pequeños de corazón podrán ver y entender las señales que Dios envía. Solamente los pequeños han estado dispuestos a aceptar los Llamados del Señor.
Así mismo ustedes, apóstoles de los Sagrados Corazones, observen con el corazón la ‘señal’ que el Padre les está mostrando: los Últimos Llamados de Amor y de Conversión de nuestros Sagrados Corazones Unidos, que preparan a la tierra para un Glorioso Reino de los Tres Corazones.
Pidan al Divino Espíritu el Don de la pequeñez de corazón y pobreza de espíritu, para que, con sus corazones vacíos de todo lo mundano, se llenen de todo lo Celestial.
Con amor, San José, el padre de los apóstoles de los Últimos Tiempos, los bendice.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.