Soy su Señora del Perpetuo y Santo Socorro.
Queridos hijos, alcen siempre brazos y digan:
¡Madre, sálvanos y salva al mundo!
Yo soy vuestra protectora, soy vuestro auxilio y protectora de cada alma. Yo llevo la Corona de la Gloria[1], no por mis méritos sino porque me entregué para proteger a los hijos de mi Padre. Yo soy la custodia de las almas, la guardiana de la creación, que los ampara de los ataques, visibles e invisibles, de Satanás.
¿Ves aquí a San Miguel? siempre lucha conmigo y me sirve.
Ahora, ustedes ya no solo son consagrados como hijos de María, son compañeros de lucha de mi amado Siervo Miguel.
Queridos hijos, quiero que sepan que este día de mi Perpetuo Socorro es día de la poderosa intercesión de San Miguel, él es quien resguarda mi Doloroso e Inmaculado Corazón e invita, a cada alma, que ingrese a mi Corazón y los llevaré en mis brazos como llevo a mi Niño, así es que, cada alma que ingrese a mi Corazón, a cada alma que se acerque a Mí, la llevaré en mis brazos como llevo al niño Jesús.
Mi Hijo Jesús desea que se acerquen a mi Corazón de Madre.
El niño Jesús:
Es necesario amar a mi Madre si quieren encontrarme verdaderamente, porque me encontrarán junto a mi Madre.
Nuestra Santa Madre:
Hijos queridos, con mi Manto les bendigo, oren conmigo por la salvación del mundo, la redención de las almas. Yo soy la siempre Madre, Reina y Señora del Perpetuo Socorro. Mi Niño Jesús les da su bendición.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.
[1] Apocalipsis 12, 1