Hijos de Mi Sagrado Corazón, el Océano Infinito de la Misericordia les ama inmensamente y cómo deseo, hijos Míos, que comprendan este Amor: un Amor Infinito, sin principio ni fin; un Amor que se dejó crucificar, pero a pesar de la ingratitud humana, este Amor, que soy Yo mismo, permanece en el Santísimo Sacramento esperando siempre, cada día, que este Amor Misericordioso sea correspondido.
Es por eso, hijos Míos, que deseo que se vuelvan almas contemplativas, porque el alma que contempla Mi Amor, Mi Cruz y la Eucaristía, es el alma que si persevera se volverá sensible a Mi Dolor, a Mis Gozos, a Mi Amor. No puede un alma acercarse a Mí si no es tocada con los Rayos de la Luz Divina; es lo mismo, no puede ninguna criatura en la tierra no ser tocada por la luz del sol. Mi Amor está dado, Mi Amor está ofrecido, pero Mi Amor quiere ser correspondido.
Es por eso que, cada día guarden un momento de silencio, para meditar en la correspondencia que han dado al Amor que les entrego. No tengan miedo de las tribulaciones de la vida, la Señora, Mi Madre, será la ayuda Perpetua, el Socorro Incondicional, la Protectora Incansable, de los adoradores de Mi Corazón. Ella es Madre del Perpetuo Socorro porque los ha socorrido dando su Sí, ha dado la ayuda, el Socorro, la Redención, al Cristo, para que los hombres sean salvados
¡Permanezco con ustedes! ¡Adoren siempre, incluso en sus actividades ordinarias! ¡Permanezcan en actitud de adoración!
Yo les bendigo con Amor Redentor: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Yo les bendigo con Amor Redentor: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.