Mi querido hijito:
Yo fui quien se fijó en ti, en tu nada, en tu pequeñez y en tu pobreza.
Mi Corazón Doloroso e Inmaculado, junto al Divino Espíritu, pidieron al Padre Tierno y Misericordioso que tú fueras el heraldo, es decir, el mensajero del Triunfo de mi Corazón Maternal y del Reino Eucarístico del Sagrado Corazón de Jesús.
El Padre nos lo concedió, y te formamos, y te enviamos como testigo del amor de nuestros Sagrados Corazones Unidos (Sn Lucas 21, 13), para servir a la Iglesia de Jesús, para dar testimonio de amor filial al santo padre y para extender en el mundo entero la Devoción a nuestros Sagrados Corazones Unidos.
Es decir, que la humanidad sea partícipe de la Alianza de nuestros Sagrados Corazones.
Nuestro pequeño heraldo, te bendigo con mi Doloroso e Inmaculado Corazón.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.