Mis queridos hijos, deseo, como Madre, tocar sus corazones y abrigarlos con mi Corazón Inmaculado, para que sientan el calor de la Madre, el amor de su Madre y mi protección maternal.
La frialdad, la dureza y el egoísmo del mundo hieren sus corazones; mas Yo, como Madre, con mi Amor Maternal vengo a ayudarles a que conozcan el Amor de Dios y a proteger a mis pequeños, porque soy vuestra Madre.
Queridos hijos, pero, para que sus corazones estén abiertos a la Gracia, deben desvaciarse de ustedes mismos, deben desvaciarse de las aguas del mundo, para que tengan espacio, para llenarse de las Aguas de la Gracia y del Santuario de Dios.
Pequeños, recuerden que lo que hace impuros sus corazones es lo que nace del corazón humano: el odio, el rencor, los deseos pecaminosos, el rechazo, los celos, la envidia; en una palabra, queridos hijos, del corazón del que vive sin Dios solo nacerá el no-amor, el no amar a Dios, y como no se ama al Amor, no se amará a ninguna criatura.
Pequeños, vigilen sus corazones, para que no nazca un sentimiento que los haga impuros, sino que estén vigilantes, orantes y atentos. Porque recuerden, hijos míos, que el Amor es el que los salvará y en la caridad serán examinados, porque en todo esto se resume la Ley de Dios: amar a Dios y amar al prójimo.
Estos dos mandatos, que son uno solo, si los viven con todo el corazón, les darán la salvación que mi Hijo les promete, y así, en el Amor, tengan corazones puros.
Yo les amo, les bendigo con amor maternal.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.
