Amado pueblo mío, desde la Cruz manifiesto el amor más grande para el mundo entero; el dolor y el sufrimiento dio luz, vida y resurrección a mis hijos fieles. La Cruz no es el final, sino el comienzo de la vida, y en mi Cruz, en esta Cruz que tanto amo, está la victoria de mi pueblo sobre satanás, el pecado y el mundo; y he dado a mi pueblo pequeñas cruces, que han salido como frutos de mi Santa Cruz. Por eso no rechacen las pequeñas cruces, cárguenlas y súfranlas sin temor, porque con ellas salvan sus almas y también son salvadas muchas almas de los pobres pecadores.
Pequeños, ¡acompáñenme! Me condenaron para cargar la Cruz y morir en ella.
Hoy, ahora, soy condenado para morir en el mundo de vuestro tiempo. Todo lo que tiene fragancia a Mí es condenado a muerte. Muero en los niños abortados. Soy condenado en los que quieren seguirme y ser fieles. Soy condenado en mis profetas. Soy condenado en mis mensajes. Soy condenado en las familias. Soy condenado en los jóvenes y en los niños. Soy condenado en los enfermos que no tienen la paciencia para sufrir sus dolores y ofrecerlos.
Soy condenado, hijos míos; pero el Espíritu Santo da fuerza a los que quieren seguirme, porque la condena solo dirige a la resurrección.
Desde mi Cruz les bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María purísima, sin pecado original concebida.