Queridos apóstoles de Mi Sagrado Corazón, deseo que abran sus corazones en la humildad, en la sencillez y en la pequeñez, y así, mis hijitos, conocerán los secretos insondables de Mi Divina Misericordia. No los conocerán todos de una sola vez sino que como gotas de un rocío de Gracia que cae sobre sus almas se les irán dando pequeñas gotas de Sabiduría, de Entendimiento, de Amor. Para eso es necesario tener el corazón abierto; tener el corazón dispuesto; abrirse a Mi Misericordia.
Pequeños, Mi Amor está en vosotros, sólo deben dejarlo actuar, con un corazón contrito y humillado que al escucharme aceptan Mi Llamado y me deja, a entrar, a compartir con él. No es necesario que me vean de largo como lo hizo Zaqueo, sino que déjenme hablarles a su corazón. Y cuando ustedes me abran las puertas, compartiremos aquí y luego en la Mansión Eterna.
Hijos, Mi Divina Misericordia, está dispuesta como un caudal de Gracias para revelarles los Tesoros de Dios.
Pequeños corazones contritos y humillados, son corazones que han aceptado Mi Divina Misericordia. Yo les amo y les doy la Bendición de Mi Divina Misericordia. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.