Querido hermanito, hoy, para continuar este itinerario espiritual de la peregrinación del alma, a través de las Moradas de la Perfección, que no solamente han recorrido los Corazones de José y de María sino que, unidos perfectamente al Sagrado Corazón de Jesús, forman parte de estos Aposentos de Santidad.
El alma iluminada por una Gracia Especialísima de Dios siente sed, hambre y necesidad de adentrarse en los Aposentos de sus Sagrados Corazones. Antes de ingresar reconoce sus pecados, pero no se encierra tanto en el error y el pecado sino lo que duele más al alma es haber dicho “no” al Amor Eterno, que es Dios. Ese “no” que es una rebelión al Padre. Ese “no” que mata al alma. El pecador reconoce su rechazo a Dios. Pide perdón por esa negación al Amor Divino, que ha propuesto Mandamientos no para entristecer al hombre sino para que sea plenamente feliz.
El primer Acto de Dios con esta alma, que anhela caminar y progresar gradualmente en los Aposentos de la Santidad, los Sagrados Corazones, es una iluminación, por medio del Espíritu Santo, que mueve al alma a la humillación y al perdón. El primer paso de este recorrido espiritual es la iluminación del alma por el Espíritu Santo, que le muestra la verdad plena de su vida y del Amor inmenso de Dios hacia ella. El alma no se resiste, pide perdón y al ser perdonado sigue avanzando. Es la Luz del Espíritu Santo como el Primer Aposento.
Unidos en la Luz de su Corazón, te bendigo: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Ave María Purísima, sin pecado concebida.