El hombre, el ser humano, siempre tiene necesidad de lo Absoluto, de lo Real, de la Verdad. En el corazón del hombre está la sed insaciable de la Verdad y el hombre se desvía buscando la Verdad en otras partes, y situaciones, y no en la Fuente de la Verdad, que es Dios. Unas almas que han conocido la Verdad se alejan de Ella, porque les exige radicalidad y rectitud. Otras almas con anhelos de la Verdad quieren convertirse en dioses, se pierden estas almas por la soberbia y el orgullo, como pasó con los que hicieron construir la Torre de Babel. El orgulloso se confunde por causa del mismo orgullo. Otras almas quieren buscar y creen que han encontrado la Verdad siguiendo creencias, religiones y prácticas contrarias a la Verdad misma.
Carmelita, el hombre no quiere reconocer la Verdad en el Evangelio, y Persona de Jesucristo, y la única Iglesia fundada por Él. El hombre tiene anhelo de la Verdad, pero esa Verdad es Dios. El corazón humano que no le gusta aceptar correcciones ni mandatos se aleja del Precepto Divino, porque el corazón humano está salpicado, y algunas veces rebosante, de orgullo y amor propio, que quiere encontrar su propia verdad y lo único que consigue es confundirse. Carmelita, la humanidad anhela a Dios, ansía la Verdad, quiere encontrarse con lo Absoluto, pero el corazón humano es tan orgulloso para que reconozca que le hace falta encontrar a Dios. Pero las almas que reconocen la ausencia de Dios y ansían su Presencia, dan el permiso para que Dios, por medio de su Espíritu, empiece a conducirle por el Sendero de la Vida y por las Moradas del Reino.
Dios quiere guiar a las almas por un Camino de Perfección, que comienza en reconocer que Dios hace falta en el corazón, y debe adentrarse en su Misericordia, dejarse amar por el Esposo, y ser dócil al Camino de Perfección por el cual el Esposo Celestial desea conducir al alma. El alma entretanto sin darse cuenta muchas veces comienza a recorrer cada Morada del Reino Celestial. El primer paso para este sendero espiritual es la humildad, reconocimiento del pecado, deseo de santidad, es decir todo lo contrario al orgullo y a la soberbia de la vida.
Carmelita, tu corazón está en esa Unión Transformante, donde la creatura se modela a su Creador y aspira los anhelos y deseos solamente del Esposo.
Te bendigo: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.