La Madre Celestial está como Nuestra Señora de Fátima:
Queridos hijos, en Fátima le pregunté a los tres pastorcitos si querían soportar, sufrir, y ofrecer las cruces que el Señor permitiría que llegaran a sus vidas y ellos respondieron con el corazón: Sí, queremos. Y cuando fueron ellos cubiertos por la Luz de Mi Presencia, que es la Luz del Divino Espíritu, a pesar de ser tan pequeños, comprendieron el valor del sufrimiento.
El sufrimiento, queridos hijos, es una Gracia en la vida del cristiano. Porque la cruz purifica, la cruz sana, la cruz redime, y la cruz perfecciona.
Mis queridos apóstoles no teman a la cruz. ¡Ofrezcan sus sufrimientos a Mi Hijo! Todo Mi Ejército Mariano sufre de diferentes formas. Pero es que, en este tiempo, se necesitan más corazones expiatorios, porque aumentan más los pecados, y se necesitan corazones que se transformen en hostias vivas, para alcanzar, aún, tiempos de misericordia.
Pequeños, estén dispuestos a ofrecer los sufrimientos que el Señor os envíe, para la salvación del mundo entero y, especialmente, la salvación de la Iglesia Peregrina de Mi Hijo Jesús y de las almas consagradas.
Pequeños les doy Mi Bendición y Mi Hijo Jesús está siempre con ustedes: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.