Mi Castísimo Corazón siempre tuvo necesidad de Dios. Desde que era niño anhelaba dedicar mi vida al servicio del Señor. Oraba, para que un día pudiera Yo servir al Mesías prometido. Sin embargo, no sabía que el Mesías sería mi Hijo. Y al recordar esto, mi Corazón tiembla de tanto amor y admiración.
Cuando sus corazones están abiertos, pero también cuando los tienen vacíos de tanta mundanidad, de tanto ruido del dios ego, cuando se han despojado de todo para llenarse de Dios, y lo ponen todo en las manos del Señor, el Padre sorprende, el Padre nunca se deja ganar en generosidad.
El Padre me tomó, me llamó, pero lo pude escuchar porque estaba en silencio, porque estaba en incesante oración, porque acompañaba mi oración con el ayuno. ¡El Padre quiere sorprenderlos! El Padre quiere atraerlos hacia Él. Pero es muy necesario la oración, la oración incesante, la oración a cada momento, y el silencio, un silencio de escucha, un silencio de contemplación, un silencio del alma que espera escuchar y aprender.
Recuerden que Dios llama para dos cosas fundamentales: amar, amar mucho, y servir, servir sin parar. El amor y el servicio es la espiritualidad del Hogar de Nazaret. Amor y servicio que se convierte en oración, en alabanza, en acción de gracias, en una continua admiración y contemplación del Amor y la Misericordia del Padre.
Yo, San José, iluminado por el Espíritu Santo, amé y serví a Dios, a Jesús, y a María, y a todos los hombres. Soy el padre del servicio, del silencio oculto, de la contemplación, y los bendigo con amor de padre, de protector.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.