Mi Casto y Amante Corazón en todo momento contempló a los santos Corazones de Jesús y de María, no hubo un momento en mi vida terrenal que no pensara solamente en amar a Jesús y en amar a María. Estaba en la tierra, y lo estoy ahora, aún más, en el Cielo, enamorado y totalmente inundado de la fuerza del amor de Jesús y de mi esposa celestial, la Virgen de Nazaret.
Quiero decirles que, en sus vidas ordinarias, en la vida diaria, en los afanes, trabajos, ocupaciones y deberes, en cualquier momento presente, ustedes pueden estar unidos a Jesús y a María haciéndolo todo, incluso las labores más sencillas, haciéndolas un acto de amor y de reparación.
Cada movimiento del cuerpo, cada pensamiento, cada palabra, cada respirar y palpitar del corazón, pueden ser un continuo:
¡Jesús, María, les amo! ¡Oh, Jesús, oh, María, cuánto les amo! ¡Y cómo ruego por el mundo entero, para que también les amen con locura y con pasión!
Pequeños, el amor a Jesús y a María que florezca en los corazones de los hombres salvará al mundo y, especialmente, a las familias. Y cuando en su entorno les persigan, les calumnien, les odien, ofrezcan esos momentos como Jesús se ofreció en el Calvario. Aún en la Cruz, Jesús no condenó. Jesús amó. Jesús perdonó. Aún en la cruz, les invitó a que amen de verdad. El amor es la virtud que nunca pasará.
El protector de la Iglesia, San José, vuestro padre adoptivo también, les bendice.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.