Amor y Paz de Nuestro Señor Jesucristo.
Mis queridos hijos, soy el Corazón Doloroso e Inmaculado de nuestra Señora del Rosario.
Mis pequeños, los invito al silencio que contempla, al silencio que escucha, y al silencio que obedece.
Para poder escuchar a Dios se necesita el silencio interior. Para poner en práctica su Palabra se necesita silencio interior. Para obedecer sin temor a Dios se necesita la paz y la confianza, el que confía obedece en paz.
Vuestra vida, queridos hijos, es como el Misterio del Rosario; tienen momentos de gozo, momentos de luz, hay momentos de dolor, pero también momentos de gloria. Si unen sus vidas a mi Corazón Maternal, también su vida la transformarán en un Rosario, y recuerden que en el Rosario meditan las Alegrías pero también contemplan los Dolores. Si unen sus sufrimientos al Dolor de nuestros Sagrados Corazones, sus sufrimientos, tendrán un valor corredentor.
Hijos, muchas almas se están condenando porque mis hijos no quieren sufrir y ofrecer sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.
Miren el corazón del mundo tan herido y tan necesitado de almas que se entreguen por la conversión de los demás.
Ha llegado el momento, queridos hijos, de que tomen con responsabilidad, con madurez y seriedad mis Santos Mensajes. Ya no hay tiempo para tibiezas, ya no hay tiempo para seguir en la mediocridad. Se necesitan Rosarios Vivientes, se necesitan almitas que oren y que sean decididas.
Pequeños, al Cielo le urge vuestra conversión. Ya no hay tiempo, decídanse en ser Santos, decídanse en entregar hasta la última gota de vida a mi Hijo, por la salvación de sus hermanos.
Al final es el Amor el que reinará.
¡Oh hijos míos! aprendan de vuestra Madre, Ella ama tanto a los que están alejados de Dios, que suplica a su Ejército; oren, sacrifíquense y hagan penitencia por los que están lejos e indiferentes al Amor de Jesús.
Hijos míos, la santidad también consiste en amar al prójimo.
Les invito, hagan de su vida un Rosario Viviente. Les doy mi Bendición Maternal, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.