6 Septiembre 2017 – Llamado de Amor y Conversión del Casto y Amante Corazón de San José

6 Septiembre 2017 – Llamado de Amor y Conversión del Casto y Amante Corazón de San José

En Belén, cuando pedíamos posada, en todas las casas se negaron y cerraron las puertas. Al seguir caminando, contemplamos una cueva convertida en un pesebre, en un establo, donde los animales se refugiaban.

Mi Amada y Virginal Esposa me animó a ir a ese lugar. Apenas llegamos la hermosa María inmediatamente se puso a trabajar, a arreglar, a limpiar, a ordenar. Mientras, Yo prendía con la leña el fuego, y apartaba los animales de la cunita improvisada donde descansaría Dios Todopoderoso.

¡Qué hermoso era ver a María trabajar y servir! Donde María llegaba, llegaba a servir, a ponerse a la disposición del más pequeño de sus hermanos.

También allí, en su estado, María se puso a servir a Dios. Pero de allí, de ese lugar olvidado, ignorado, ni valorado, nació el Redentor y nació su obra.

Los primeros en ir a recibirlo fueron unos pastores [unos cuidadores de rebaños de ovejas, hombres bruscos sin educación, pero pobres, pero muy humildes], esos hombres de almas pequeñas lo fueron a adorar.

Hijos míos:

Con esto quiero enseñarles que el Cielo no necesita de grandes cosas o de grandes personajes para construir una obra. Aquí, en este bendito lugar, en un pequeño jardín, en un Pesebre Espiritual, en este espacio tan pequeño, están los Tres Corazones que estaban unidos aquella noche en Belén: Jesús, María y Yo, San José.

No necesitamos de algo grande para construir el Reino de Dios. Las cosas más pequeñas y las almas más sencillas son la piedra de la que construimos una gran obra.

Y con esto también les invito a ser sencillos y a ser pequeños. Sólo las almitas pequeñas comprenderán que esta pequeña obra es algo grande para Dios.

El Padre enaltece a los humildes, y a los hambrientos de amor y santidad los colma con su Espíritu. El corazón sencillo es un corazón dócil, obediente y servicial.

Les invito a todos los apóstoles de nuestros Sagrados Corazones, que no olviden, que están con nosotros en el Pequeño Pesebre de los Últimos Tiempos.

Les amo y les doy mi Bendición Patriarcal.

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.