14 Agosto 2017 – Llamado de Amor y Conversión del Corazón Doloroso e Inmaculado de María

14 Agosto 2017 – Llamado de Amor y Conversión del Corazón Doloroso e Inmaculado de María
Pequeño carmelita, ven conmigo al Cenáculo de Jerusalén, donde mi Hijo Jesús celebró la Pascua e instituyó la Sagrada Eucaristía con los Apóstoles. En este mismo lugar sucedió el gran milagro de Pentecostés, y en este mismo lugar «mi Alma fue arrobada, en un acto de Amor,» para volar hacia el encuentro con Jesús.

Días antes de mi Pascua, es decir, de mi Paso al Cielo, me dirigí al Cenáculo de Jerusalén, acompañada por Juan «el discípulo amado», y María Magdalena «la fiel reparadora» que, con sus lágrimas, expiaba y reparaba por los pecados de los demás.

Estando ya en el Cenáculo, he pedido encontrarme con todos los Apóstoles, discípulos y servidores de mi Hijo. He sido para todos ellos; Madre, Maestra, Educadora, Consejera.

Les hablaba de mi Vida, de Jesús. ¿Qué mejor que una Madre Santa para hablar de su Hijo a los demás? Todos me llamaban Madre, todos me reconocían como Madre, porque como una Iglesia Tierna, Naciente, Inocente, Jesús la confió a mi Cuidado Materno. Y estando allí, di mis últimos Consejos, mis últimas Palabras, mis últimos Besos y Abrazos de Madre, a todos ellos.

Ellos no sabían que estaba ocurriendo, pero Yo fui iluminada por el Espíritu de mi Hijo. Era tanto mi deseo, mi anhelo, mi añoranza de Jesús, que rogaba siempre que mi Hijo viniera por Mí. Mi Paso a la Eternidad no ocurrió por ninguna enfermedad, solamente mi Espíritu fue arrebatado por el Amor, el Amor Inmenso que tenía hacia mi Hijo. Y con este mismo Amor de Madre hacia Jesús, también lo dispuse a la Iglesia, y antes de mi Pascua, encomendé muy bien la Iglesia en el corazón de Pedro. Besé a mis pequeños en la frente, los miré, sonreí, conversé con todos.

Hijitos, hasta el último momento de mi Vida en la tierra me entregué a todos. Yo no juzgaba, ni seleccionaba al santo, al bueno, o al pecador, o al injusto. Yo los amaba y Yo los amo a todos. Y como Madre Yo los invito a que, de verdad, abran sus corazones, a que dejen que sus corazones sean transformados por mi Hijo.

Miren hacia el Cielo, anhelen el Cielo, piensen en la Eternidad; pero eso no justifica de que no practiquen bien la vida terrenal. ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!, serán juzgados al final por el amor. Recuerden, por la falta de amor muchísimas almas ya se han perdido. El misterio de mi Tránsito al Cielo está impregnado por una Caridad Inconmensurable. Hijos, sólo la Caridad hará de ustedes grandes santos. ¡No esperen más tiempo! ¡ya tienen suficiente tiempo y vida para vivir y encarnar el Evangelio de mi Hijo!

Los animo: «sean santos». En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.