Queridos hijos de mi Padre, mi pequeño Corazón se llena de gozo y de amor cuando las almas se reúnen para adorar a la Santísima Trinidad. Es por eso, queridos hijos, que envío mi invitación a todos los corazones fieles, que me aman, para que, en estos tiempos, se reúnan en pequeños pesebres, pesebres elaborados con amor, pesebres que son pequeños Cenáculos de Oración. ¡Que la humanidad encuentre en mis apóstoles un pesebre caluroso, un pesebre acogedor, un pesebre de unión y de fraternidad!
Les pido, queridos hijos, que, aunque vean las malas obras de los hombres, no juzguen ni tampoco condenen, porque eso, solamente, le corresponde a mi Padre. Ustedes, más bien, oren, oren por los hombres, pero no los critiquen, para que en sus corazones no se albergue la cizaña y el pecado. Satanás es astuto y quiere sembrar discordia de los justos hacia los pecadores. No es así, queridos hijos, los justos deben orar y ayudar a los pecadores.
Hijitos, sean como mi Madre y mi padre San José, que, aunque fueron rechazados y humillados en Belén, sufrieron todo con paciencia, imploraron a mi Padre, y el mejor lugar para que Yo naciera fue un pequeño, acogedor, y puro pesebre de una cueva tan oscura que recibió mi Luz y la Luz de mi Madre Corredentora. Se expandió esa Luz hacia todos los pueblos de la tierra. Vine a salvar al mundo, no para condenarlo.
Oren, amen, esperen, confíen en mi Corazón. Yo, el Niño Jesús, le pido a mi Abba Padre que les bendiga. Con mi Corazón en mi mano les quiero demostrar cuánto les amo.
Jesús nos dará su bendición con su Corazón.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Ave María Purísima, sin pecado original concebida.