Mi querido hijo:
Así, como el Espíritu Santo unido al Doloroso e Inmaculado Corazón de mi Mamá Santa han consagrado tu alma como una ofrenda por amor, como una pequeña victima por el Triunfo y Reinado de Nuestros Dos corazones, también, todas las almas que escuchan nuestros Últimos Llamados de Amor y de Conversión, y aceptan nuestro llamamiento, y viven nuestros Llamados, y oran las Devociones de los Últimos Tiempos –que son las Devociones de mi Obra Magna: el Apostolado– y unen sus sufrimientos diarios, son también almas víctimas de Nuestros Sagrados Corazones.
Sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles que viven los Llamados y oran y ofrecen dentro de la Alianza de nuestros Dos Sagrados Corazones, son almas víctimas por el Triunfo y Reinado de Nuestros Sagrados Corazones.
Todos los apóstoles de Nuestros Dos Corazones son apóstoles que se ofrecen como almas víctimas, cada uno en su estado de vida. Pero, en su ofrecimiento, suplican la venida de este Reino Glorioso.
Con mi Sagrado Corazón Eucarístico bendigo a mi Ejército de apóstoles y almas víctimas.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.