Les muestro el rostro amoroso del Padre.
Mi querida alma, a quien he consagrado con el amor y la misericordia, traigo nuevas gracias a tu pequeño corazón. Te uno con el espíritu de Elías, el que renueva a la Iglesia en las Dos Estrellas que iluminarán estas tinieblas: los Dos Corazones de Jesús y María.
Querido hijo, ahora, proclama con mi Voz que resuena en la tierra desde el silencio de tu alma que desea escucharme. Las almas que desean escucharme deben buscar en el silencio, en callar todo lo que sois, para escucharme; y poder convertiros en lo que aún no son. Mi fuerza les daré si me claman con fe, fe desde el amor. Respondan y obedezcan en el amor, obedeciendo sólo en la fe. Si me claman les revelaré el Rostro Misericordioso del Padre. Si me claman encenderé en ustedes un Nuevo Pentecostés.
Vengo a ti, mi pequeño Manuel, para que le digas a mi Pueblo que permitan que el Espíritu encienda en su interior aquella Llama que aún humea.
Deseo enderezar sus corazones, pero sólo la oración es la llave que ustedes me entregan para entrar en vuestro recinto. Cuando me claman, grandes cosas hago en vosotros. Cuando invocan mi Nombre, me dan el permiso para actuar en sus vidas. Cuando me llaman, llego a ustedes a darles fuerzas, paciencia, sabiduría, piedad, temor de Dios, todas estas gracias que los llevan a un cambio, a un camino de santidad. Vengo sobre el mundo pues deseo otra vez más, renovar, encender, reunir a mi Iglesia.
Oren. Con vuestra oración podré actuar en todos los corazones. En mis dones de misericordia se bendito.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.