Querido hijo, te invito a la renuncia del mundo para que seas apóstol de los Últimos Tiempos.
Aquí estoy, hijo, contestando tu llamada. Levanta la cruz[1] para bendecirla. Toca con ella a mis hijos y serán sanados del cuerpo y del alma.
Mi querido hijo, de una manera especial te he instruido sobre el ayuno y la oración.
Mi pequeño, tú como apóstol de los Últimos Tiempos, debes comprender que la renuncia de los hombres a sus placeres, a sus comodidades y bienestar, es importante en esta batalla espiritual.
Mis hijos que desean ser apóstoles de mi Amor, deben aprender a vivir en oración, sacrificio, penitencia, orando y ayunando, entregándose a la oblación por la Iglesia, por toda la humanidad.
Mis queridos hijos, deben ayunar y orar porque cuando desvacían sus cuerpos con la abstinencia, permiten que mi Padre, a través del Espíritu Santo, les llene siempre, les llene en plenitud. Por eso, deben primero desvaciarse del espíritu del mundo y la carne, y llenarse así del Espíritu de Dios.
Hijo, debes nacer de nuevo en el Espíritu de Dios. Dile a mis hijos que ayunen miércoles y viernes para que Yo pueda efectuar mis planes en el mundo, la Iglesia, en sus corazones, y en sus vidas; para destruir el plan de Satanás.
Orad y ayunad porque el tiempo que queda es tiempo de lucha espiritual.
Sed mis soldados y mensajeros de la Paz. Mi Corazón Doloroso e
Inmaculado está por triunfar. Ora y ayúdame en la gran evangelización del mundo porque aún hay muchas almas que salvar.
Te amo y te bendigo siempre.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.
[1] Una Cruz de San Benito.
El Señor me dijo después del Llamado de la Madre Bendita que leyera Proverbios, capítulo 4.