Adorado sea el Sagrado Corazón Eucarístico de mi Divino Hijo Jesucristo.
Amados hijos:
La Alianza de los Dos Corazones no es un término vacío o sin sentido. La Alianza de Nuestros Dos santos Corazones es una obra, es una acción, es un prodigio de salvación.
Con la Alianza de Nuestros Dos Corazones, el Padre Tierno y Misericordioso, enviando al Hijo Redentor por la acción del Espíritu Santo, realizó una nueva creación, una nueva descendencia en la gracia.
Con amor maternal, os exhorto a que oren la Dulce Cadena del Amor Divino, diariamente, para que puedan sentir el efecto de gracia de la Alianza de Nuestros Dos Corazones en ustedes y en los hermanos.
Lo primero que debe reinar en el mundo –para que haya paz, santidad, unión y caridad– es el Amor Divino.
Y es por eso que, a través de la Dulce Cadena del Amor Divino, el mundo será transformado.
Oren esta pequeña Cadena del Amor todos los días.
Pueden ofrecerla en sus oraciones de la mañana, durante el día o en sus oraciones nocturnas.
Pueden ofrecerla como preparación para la Santa Eucaristía o como acción de gracias después de haber vivido el Santo Sacrificio Eucarístico.
Pueden ofrecerla cuando visitan a mi Hijo en el Santísimo Sacramento.
Pueden ofrecerla en cualquier momento, en cualquier lugar, como ustedes lo dispongan.
Pero ofrezcan diariamente esta pequeña, dulce y poderosa Cadena del Amor Divino.
Las cinco piedras, con que Goliat fue vencido por el pequeño David, son ahora los cinco eslabones de la Dulce Cadena del Amor Divino.
Pueden vencer cualquier Goliat con estas cinco piedras preciosas contenidas en la Dulce Cadena del Amor Divino.
Tomen esta arma en sus manos, y conquisten sus propios corazones, y el corazón de todos mis hijos a nuestro Amor Divino.
Todos los días tomen esta Dulce Cadena, ofrezcan las cinco piedras que en forma de eslabones conforman esta poderosa Devoción y venzan con el Amor Divino todo mal.
Les doy la bendición de la Alianza de los Dos Corazones.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Ave María Purísima, sin pecado original concebida.