Alabado sea el Corazón del Cordero Eucarístico, Jesucristo.
Jesús-María, los Dos Corazones te han mirado y te han amado desde tu nada, tu pequeñez y tu miseria. Han iniciado un carisma de renovación. Es la Alianza de Jesús y de María unidos en el hágase perfecto y así reparar: la Inmaculada como Corredentora, perfecta colaboradora humana, y Jesucristo como el Redentor Divino en la reconciliación de toda la humanidad con el Padre.
Esta Alianza no solo es un hecho del pasado, sino que se convierte en una obra concreta en el tiempo por medio del Apostolado.
El Apostolado es la Alianza de Jesús y de María, es la más grande gracia después de la Redención, pues es la Alianza de Reparación Universal. Y esta Alianza se me ha confiado a mí, el arcángel San Miguel, custodiarla, conducirla, protegerla.
Por eso, pequeño Jesús María, esta Obra debe ser la primera en pregonar el kerigma de la Resurrección del Hijo, el reinado de la Corredentora y la omnipresencia de la belleza de la Liturgia de la Iglesia.
Por tanto, yo, el Arcángel San Miguel, exhorto al Ejército de los Dos Corazones a exaltar, propagar y vivir la riqueza litúrgica de la Iglesia de Jesucristo y, además, de las Devociones de los Últimos Tiempos dadas a toda la humanidad a través del Apostolado.
Oren y descubran la belleza en las Horas y acompañen las Devociones del Apostolado, que son dones extraordinarios, con el Oficio de las Horas Litúrgicas. Los apóstoles de Jesús y de María deben ser los primeros, también, en vivir y evangelizar con la Liturgia de la Iglesia. Redescubran la belleza de orar las Devociones del Apostolado junto al Salterio de la iglesia.
Mas que nunca la humanidad lo necesita.
Te bendigo, pequeño Jesús María, el más pequeño de los hijos de la Mujer Vestida del Sol.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.