Mi querido hijo, ofrenda víctima de los Sagrados Corazones:
Deseo profundizar el gran Don que, a través del Divino Espíritu, nosotros, la adorable Trinidad te hemos concedido. De parte de mi Hijo Jesucristo has recibido los tesoros de la Cruz: las tres espinas místicas, el dolor por el peso de la Cruz, las heridas invisibles en las manos, costado, rodillas y pies; el dolor místico de los azotes sufridos por Jesucristo. Aunque todas estas heridas, que mi Hijo Jesús ha impreso en ti, sean invisibles, el dolor y los efectos son los mismos. Efectos que son: la reparación y la victimación.
El Divino Espíritu ha encarnado en tu corazón el Corazón de mi Hijo Jesús y el Corazón de Nuestra Señora. Los Dos Sagrados Corazones se han fundido en tu corazón. Esta es la gracia de la Encarnación Mística. Y todas estas gracias reciben su culmen y plenitud con el gran sello del FIAT. El mismo Espíritu, con su Fuego de Amor, ha escrito sobre la carne de tu corazón: FIAT. Es decir, el ‘Hágase mi Voluntad’. Grabado con fuego en tu corazón: el Fiat, se coronan estas gracias que, por pura misericordia, te hemos compartido.
Tu alma es pequeña y abandonada en Mí. Por eso, el Divino Espíritu se derrama en gracias de Cruz, de Fuego, de Amor y Dolor, en ti.
Yo, tu Padre Tierno y Misericordioso, te bendigo y los exhorto a leer y meditar el Capítulo 11 del Libro del Deuteronomio.
Que tu pobre victimación sea siempre por las intenciones de los Sagrados Corazones Unidos y de mi Divino Querer para con la Iglesia y la humanidad.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.