Queridos hijos, están viviendo en el tiempo de la batalla espiritual, y lo que está en riesgo son las almas, las almas de los pobres pecadores, por las cuales mi Inmaculado Corazón sufre mucho. Muy pocos escuchan mis palabras, muy pocos las creen.
Hijitos, oren, reparen, pidan perdón en nombre de esas almas, entréguense por ellas.
Hijitos, en esta lucha espiritual deben entregar –como una ofrenda de amor–todos sus sufrimientos, todos sus problemas, todas sus tribulaciones; son necesarios e importantes para salvar almas.
No se aquejen, queridos hijos, sufran en silencio. El sufrimiento del silencio tiene mucho valor.
Hijitos míos, ofrézcanse. Esta batalla es dura, se hará más intensa porque la Bestia avanza. Los siervos de mi adversario son ágiles, son astutos. Ustedes, queridos hijos, conviértanse en palomas mensajeras, anuncien que mi Hijo regresa.
Hijos míos, despierten del letargo espiritual, abran sus ojos a la realidad. Viven en plena batalla. Viven en plena Tercera Guerra Mundial.
Hijos míos, son mis soldados, son el Ejército de mi Inmaculado Corazón. Escuchen la voz de vuestra Madre que les indica el camino a seguir, a Jesús. Él está en el Sagrario esperándolos, adórenlo siempre. Aférrense a mi Santo Rosario, no lo quiten de vuestra mano, de vuestros labios, de vuestro corazón.
Hijos míos, Yo les protejo y les guío. Hagan lo que mi Hijo Jesús les diga, lo que mi Hijo Jesús les ha enseñado en el Santo Evangelio. Y ofrézcanse hijos, ofrézcanse sin miedo, ofrézcanse como hostias vivas.
Yo les amo y les bendigo. Las rosas que pongan bajo mis pies tienen el don de la sanación, de la protección, de la liberación. En cada rosa que bendigo está mi Amor Maternal, así como en el Santo Rosario, cadena de salvación.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.