La oración es un Don
Querido hijo de mi Sagrado Corazón, Yo aún sigo hablando a mi Iglesia y a las almas que rescato del abismo porque soy un Dios de revelaciones. Hijito, me encanta revelarme a mis criaturas, esto lo hago por Amor y ahora por Misericordia; las almas a quienes amo, esas a las que deseo llegar, es decir, al mundo entero; pero la historia del éxodo se repite, dudan de mi Amor reniegan de mis Obras y cierran sus corazones a mi Palabra.
Hijito, si mi Padre se reveló a los profetas en la Antigua Alianza, lo hará ahora porque su Palabra es activa y viva, siempre se actualiza. La Escritura guía, enseña y da Vida, pero con mis revelaciones ahora es confirmada, explicada y actualizada al mundo, al hombre, que ahora más que nunca, ha despreciado mi Sacrificio en la Cruz.
Hijito, mi Palabra se expandirá a las almas que se hagan como niños y que con su corazón de niño escuchen y obedezcan al Abbá.
Hijito, sólo con la oración se logrará propagar la Obra. La oración tiene más fuerza que la palabra humana pero cuando se ora de corazón.
Al orar, permite primero que mi Presencia ore en ti, invoca al Espíritu Santo, pídele a mi Espíritu el Don de la oración, ya que la oración es un Don, un regalo de Amor. Porque soy un Dios que le gusta conversar con su creación.
Cuando ores cuéntame, háblame de tu vida, de los tuyos, del mundo, luego pide qué deseas, qué anhelas, ofreces…
Debes ofrecerte y ofrecer todo lo que debas o quieras ofrecerme, del ofrecimiento se ganan méritos para las almas.
Luego agradece, alaba, ama y quédate un momento de silencio en amor. Cuando termines tu oración, cúbrela con mi Preciosa Sangre y séllala, todo en Divina Voluntad, en mi Voluntad. La oración, sobre todo ante el Sagrario, te hará conocerme mejor. Primero, hijo mío, habla conmigo para que después hables de Mí.
Te amo y te bendigo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida