Te muestro un camino de reparación.
Soy el Ángel de la Paz. Vengo a tu alma por intercesión del Inmaculado Corazón de María, la Reina de Fátima.
Mi querido hermanito, os muestro un camino sencillo, silencioso, humilde, pero grande, infinito, insondable: es el camino de la reparación.
Hermano, estás llamado para caminar con Jesús consolándole hasta el Calvario. Has sido escogido por el Espíritu Santo para que seas el reparador y portavoz de su amadísima Esposa, aquella a quién la Santísima Trinidad, con su Luz, ha vestido del Sol. María te ha llamado a ser su embajador.
Hermano, este camino de reparación es de sacrificio y de oración al mismo tiempo. Es un camino hacia la santidad. Empieza a recorrer este camino cargando tu cruz diariamente, renunciando siempre al ego humano, ofreciendo tus sufrimientos voluntarios o involuntarios a Jesús, y sufriendo y padeciendo en silencio, con paciencia.
Así, con esta vida oculta y santa sufre por Jesús. Con tus sufrimientos alivia los sufrimientos de su Sagrado Corazón. Con tus lágrimas seca y consuela las lágrimas de la dulce Mamá.
Hermanito, los Dos Corazones están contigo. Adora y repara, alaba, consuela a Jesús en el Tabernáculo. Enséñale a tu corazón a repetir siempre las santas oraciones que os enseñé en Fátima.
Sé feliz porque Jesús es feliz por su pequeño mártir. Te doy la bendición y junto a mí, tu Ángel Custodio.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.