8 de octubre del 2024 – LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL CORAZÓN DOLOROSO E INMACULADO DE MARÍA

8 de octubre del 2024 – LLAMADO DE AMOR Y CONVERSIÓN DEL CORAZÓN DOLOROSO E INMACULADO DE MARÍA

Amados hijos de mi Doloroso e Inmaculado Corazón, adorado sea Jesús.

Quiero exhortarlos, queridos hijos que tomen mi mano y me concedan el don de conducirlos.

Desde los inicios de la Iglesia he conducido con amor maternal al cuerpo místico de mi amado hijo Jesús.

Dios Padre ha concedido que esta era sea plenamente la era de mi Corazón. Pero yo necesito de ustedes, necesito que me acepten como madre y que sean capaces, verdaderamente, de recibirme en la casa de su corazón, no con palabras, sino con actos concretos de fe.

Yo soy toda madre de ustedes y les pido que sean todos hijos para Mí. Con mi Doloroso e Inmaculado Corazón les doy mi bendición maternal.

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Madre de Dios, Madre nuestra, danos la gracia de confiar en ti.

Madre de Dios, Madre nuestra, ayúdanos a ser verdaderos hijos tuyos, con el corazón abierto.

Gracias por tu presencia y por tu Llamado de Amor y de Conversión. En tu Corazón entregamos nuestra Jornada de 24 horas de oración, reparación, intercesión. Pero que estas 24 horas se conviertan en actos concretos de amor, de testimonio, de esperanza.

Por eso, amados hermanos, después de haber recibido la bendición maternal de la Mujer Vestida del Sol, que tanto nos ama, vamos a recibir también la bendición de Jesús Sacerdote, la bendición de Jesús en la persona de sus ministros.

Paz y alegría en Jesús y María.

Padre Edgar Squire:

Del libro del Deuteronomio:

Mira, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos de Yahvé, tu Dios, que yo te mando hoy, amando a Yahvé, tu Dios, siguiendo sus caminos y guardando sus mandamientos, preceptos y norma, vivirás y te multiplicarás. Yahvé, tu Dios, te bendecirá en la tierra en la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarse ante otros dioses y a darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Te pongo delante. Vida o muerte, bendición o maldición, escogen la vida para que vivas tú y tu descendencia, amando a Yahvé, tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él, pues en ello está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra que Yahvé juro dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

Si alguno quiere venir en pos de mí, nieguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sigan. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, ese la salvará. Pues de que le sirve el hombre haber ganado el mundo entero si el mismo se pierde o se arruina. Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ese se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.

Bajo tu protección nos acogemos, santa madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro. O Virgen gloriosa y bendita, consoladora de los afligidos, ruega por nosotros. Auxilio a los cristianos, ruega por nosotros. Dígnate aceptar mis alabanzas. O Virgen santa, hazme fuerte contra tus enemigos.

Madre mía, confianza mía. María Virgen, Madre de Dios, ruega a Jesús por mí, por nosotros. Dignísima Reina del mundo, Virgen perpetua María, intercede por nuestra paz y salvación. Tú, que engendraste a Cristo Señor, salvador de todos. María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y amparanos en la hora de la muerte.

Socórrenos, o piadosísima Virgen María, en todas nuestras tribulaciones, angustias y necesidades. Alcanzanos de tu hijo querido la liberación de todos los males y de los peligros del alma y cuerpo. Acuérdate, o piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu socorro haya sido desamparado por ti.

Yo, pecador, animado con esta confianza, acudo a ti, o Madre Virgen de las vírgenes, a ti vengo, a ti, ante ti me presento con dolor. No desprecies, Madre del Verbo, mi súplica, antes bien inclina a ellas tus oídos y dígnate atenderla favorablemente.

El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Y con tu espíritu. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de ustedes, sobre cada uno de nosotros, sobre nuestras familias y permanezca siempre. Amén. Amén. Amén.

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